viernes, 18 de noviembre de 2016

La Habana, la capital de todos.

Donde yo nací, donde me crié, donde me formaron así comienza una popular canción de Pablo Milanés, el grande de la Nueva Trova cubana, que la pido prestada para escribir de mi Habana. La Habana que llega a sus 497 años rebosante de energía y llena de turistas.

La Habana es la ciudad donde el reloj camina más despacio, la vida es menos rápida y la gente vive más. Los vecinos son por casi toda la vida y muchas veces hasta que la muerte los lleve al descanso final. Usted puede salir al balcón de su casa y pedir al vecino más cercano un poco de azúcar o un limón y el pedido pasa de balcón en balcón hasta que a sus manos llega el limón más fresco de todo el vecindario.

En las mañanas el olor a café salta de una casa a otra, se filtra por las rendijas de las puertas y nunca adivinamos si es del vecino de la derecha, el de los altos o el de la izquierda. Los timbres de los teléfonos tienen el mismo sonido en casi todas las casas y tampoco reconocemos si el que se escucha es de nuestra casa o el de los vecinos más cercanos. 

La Habana es la ciudad donde en las esquinas y plazas populares su gente se reúne, no solo para disfrutar de la belleza del lugar o de la brisa refrescante, para conversar de política, de béisbol o salud, sino también para emplear las conexiones Wifi por la que la mayoría de los habaneros acortan la distancia con su familia allende los mares.

Dos lugares populares de La Habana donde acceden a la conexión Wifi
Es la Ciudad donde los teléfonos públicos, casi extinguidos en la mayoría del Planeta, son empleados por sus habitantes. Muchos de ellos llevan en sus bolsillos tarjetas, no del banco, ni de presentación, sino las empleadas para llamar a través de esos teléfonos.

La Habana es la ciudad donde la economía estatal arrastra muchos de los malos hábitos del extinto sistema socialista y que limitan la innovación del habanero. En La Habana los restaurantes privados, no son restaurantes, son paladares y durante muchos años les llamaron bonsái ya que solo podían contar con 12 sillas, como los doce apóstoles o la conocida cinta “Las doce sillas” todo un clásico del cine cubano.

La entrada de una paladar en una casa de dos plantas, un plato típico cubano
Es la capital donde los ómnibus tienen otros nombres, las guaguas se llamaron enfermeras en los años 50 por su color blanco, en los 80 se transformaron en aspirinas, porque quitaban el dolor de cabeza de transportar millones de habaneros, pero no resolvían el problema. La aspirina se combinó con el camello, que al decir del humorista Carlos Ruiz de la Tejera, era un monstruo rodante de muchas ruedas y donde cabían cientos de guaguanautas. A los camellos los relevó el metro bus, un adelanto de un metro para la Ciudad que solo fue portada de los periódicos. Con ese afán de transformación, los camellos cambiaron de nombre y bautizados como P, con una lista de números del 1 al no sé cuánto. 
El metrobus y el P, sustitutos del camello
La Habana es la ciudad cosmopolita, los extranjeros no son señores, son amigos, a los asiáticos les dicen chinos, a los españoles gallegos, aunque sean canarios y a los norteamericanos no se les dice gringos, sino yumas.

Es la Ciudad donde los autos norteamericanos de los años 40, 50 y 60, pierden su marca para ser llamados almendrones. Ellos no compiten con los modernos Audi, Mercedes y de otras marcas y modelos, simplemente ganan en cantidad, colores, contaminación y pasajeros.

Los habaneros, no tienen necesidades, ellos resuelven, lo mismo reparan un colchón en el medio de la calle, que la habitación de puntal alto la dividen a la mitad entre el techo y el piso y donde antes dos camas ocupaban todo el espacio, ahora la ocupan cuatro, gracias a la barbacoa, que nada tiene que ver con la conocida expresión culinaria.
A la izquierda la barbacoa de una casa, dividida a la mitad solo se puede aprecia
desde el frente de la vivienda. Reparación de un colchón
No hay cable de televisión, solo canales nacionales que cada vez menos personas sintonizan, a excepción del horario de la telenovela y la pelota. Pero el habanero es inventor por nacimiento, ante la falta del cable, creó el paquete. Es una selección de lo más actual en el mundo de la televisión, si quiere ver la última serie de Juego de Trones, en La Habana se ve primero que en muchos otros países. El paquete es moderno, cabe en una memoria USB o en un disco externo de 1 Tb, los noticieros y los documentales del paquete, tienen más credibilidad que Telesur.

Pero La Habana y toda Cuba por obra y gracia de la burocracia económica, tiene dos monedas nacionales, ambas se llaman pesos, pero solo el cubano sabe identificarlo. Cuando le dicen 10 pesos, generalmente son 10 pesos de la moneda oficial, la que se describe en Wikipedia. Pero cuando le dicen 10 fulas, 10 chavitos o 10 CUC, son 10 pesos de la otra moneda que equivale a veinte y cuatro veces más. Pero aún con monedas todos saben la conversión y lo mismo pagas el ómnibus con cuarenta centavos nacionales, que con cinco centavos de la otra moneda. En fin los habaneros son grandes matemáticos, el mejor ejemplo Baldor, el del libro de matemáticas que muchos creímos era árabe por la portada de su libro, pero habanero de nacimiento.

La Habana es la ciudad de las columnas, como expresó Alejo Carpentier, la de las sábanas blancas de Gerardo Alfonso, es la ciudad más coqueta que una flor, como canta Xiomara Laugart, es la capital por donde pasaron las grandes figuras de los últimos dos siglos, desde Humbolt, Einstein y todos los actores y directores del cine norteamericano de la primera mitad del siglo pasado, sin olvidar a los premios Nobel Hemingway y García Márquez.

Por eso nadie duda que entre cientos de ciudades, la Habana es la ciudad maravilla, es la ciudad de todos. 

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