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jueves, 26 de abril de 2012

Cambiemos la pregunta: qué debe hacer la sociedad para cambiar la escuela.


Con el debate de hoy en el Encuentro internacional de educación 2012-2013, con el tema: De la sociedad 1.0 a la sociedad 3.0: ¿escuelas 1.0 para formar estudiantes 3.0? se produjo una interesante gama de opiniones desde diferentes puntos de vista. 

En la video conferencia de hoy donde John W. Moravec Aníbal de la Torre y Dolors Reig iniciaron las discusiones, el tono giró hacia la responsabilidad de la escuela y los maestros en los cambios necesarios. Pero que pasa sí lo discutimos en el otro sentido.  

Cuando encontramos jóvenes fumadores, alcohólicos, drogadictos y de cualquier otro tipo inmediatamente salta el tema de su formación, de la escuela y los maestros. 

Lo mismo pasa sí llenamos las escuelas de computadoras, nos preguntamos por qué los profesores no la emplean lo suficiente, nos cuestionamos sí un profesor dice que prefiere dar clases en un aula con una pizarra común a una interactiva. Cuestionamos esas y otras actitudes.

Pero estamos olvidando que esas actitudes son propias del entorno del individuo y por ende de la sociedad donde se manifiesta. Asistimos a universidades donde se destruyen paredes, se maltrata el mobiliario, pero vemos lo mismo cuando policías reprimen a estudiantes.

En este momento me pregunto, es siempre la escuela y sus maestros los responsables de esas actitudes

Por qué no preguntarnos, qué debe hacer la sociedad para que la escuela cambie, para que se ajuste a las necesidades de la sociedad moderna. En nuestros países latinoamericanos es raro encontrar elogios a esta noble profesión, pero eso sí sobran las críticas a los maestros y colegios. 

Las portadas de los periódicos recogen en grandes titulares los goles de un jugador, las poses de una escuálida modelo y los crímenes del día anterior. Pero no hay una línea para comentar el método de un profesor o los éxitos de sus alumnos. 

Por ello la llamada a cambiar es la sociedad, sí esta cambia, lo hace la escuela. No pretendamos que el proceso sea al revés. No es la escuela la que propone magros salarios a los profesores, la que llena el aula con estudiantes o la que regula los precios de alimentos, transporte y demás. 

No pidamos a la escuela y a sus profesores que cambiemos, por el solo hecho de cambiar. Es la sociedad la primera en hacerlo, es darse cuenta que el futuro de ella misma está en cómo respete a la escuela y sus maestros.

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