Páginas

domingo, 21 de octubre de 2018

La evaluación al profesor o la manera de no evaluar


15 meses atrás escribí dos trabajos sobre la evaluación a los profesores en nuestra Universidad. El primero lo puede encontrar aquí y el otro en este enlace. Hoy nuevamente recurro a este tema, ya que de nuevo nos vuelven a evaluar con los mismos instrumentos,  con sus mismos errores y lo más absurdo nunca nos enteramos de los resultados. Aunque las autoridades universitarias aseguraron modificaciones a estos instrumentos, estas son simplemente de orden cosméticos. En la encuesta donde los estudiantes son los evaluadores solo se modificó la redacción de una pregunta, mientras que en otra se percataron que no todas las asignaturas en la Universidad están obligadas a realizar prácticas de laboratorio.

La evaluación es siempre un tema polémico, es imposible satisfacer a unos y otros, tanto con los instrumentos como con los resultados. Pero esto en nada cambia la afirmación que hicimos en los comentarios anteriores. En el primer post indicamos que el cuestionario a los estudiantes está lleno de contradicciones, es anticuado, incoherente con la realidad y que en el fondo es una farsa que alienta la mentira y va en contra del esfuerzo de la mayoría de los docentes de formar un estudiante acorde las necesidades actuales.

En esta ocasión además de revisar nuevamente los cuestionarios, hago una propuesta de evaluación, que de ser útil puede ser empleada por una comisión de expertos en educación que se dedique a redactar un verdadero instrumento y que no quede solo en manos de administrativos como ocurre en la actualidad.

Revisando la literatura

En general existe un criterio aceptado que el éxito de una institución de educación superior depende en gran medida de la calidad que muestren los profesores en su desempeño docente. No es la presencia de recursos, instalaciones, ni currículos por competencias los que prestigian a una universidad, sino el desempeño de sus docentes.

Rodrigo Asún y Claudia Zúñiga[1] después de revisar más de 60 artículos en los que se trata la evaluación docente llegaron a la conclusión que no existe consenso en la manera de definir la enseñanza de calidad y menos en caracterizarla teóricamente. Tampoco existe claridad en las exigencias al desempeño docente de calidad en un profesor universitario.

En el caso de nuestra Universidad, después de revisar el Modelo académico del CEUB[2] descubro con asombro que no existe una definición de lo que se espera del docente en ese modelo. Algo similar ocurre en el Modelo académico de nuestra Universidad[3] donde se señala que el docente universitario cuenta con una “…garantizada solvencia académica, capacitados en el área de la  psicopedagogía, proactivos, que conocen (o que están dispuestos a conocer) los nuevos paradigmas emergentes que orientan los procesos de enseñanza-aprendizaje y aplican (o están dispuestos a aplicar) las tesis del llamado “constructivismo social”.

En el modelo no se específica la concepción que la Universidad tiene de las tesis del llamado “constructivismo social”. Partiendo del criterio de docente universitario expresado se debería evaluar su solvencia académica, su desempeño en el área de la psicopedagogía, su proactividad y la manera en que aplican las tesis del constructivismo social.

Por otra parte es necesario la precisión en relación tanto a lo que se entiende por evaluar, como a los indicadores que deberán ser objeto de la evaluación. En los dos documentos anteriores, el CEUB reconoce la excelencia universitaria, a partir de un sistema eficiente de asignación, seguimiento y evaluación del rendimiento académico, científico y de interacción social. Pero no hace referencia a la evaluación docente.

En el Modelo académico de la UAGRM se reconoce que el objeto de la evaluación es la calidad de los programas de formación profesional. En ambos documentos que son de máxima prioridad no se menciona la evaluación al docente, tampoco la sustentación teórica para su evaluación, mucho menos los indicadores que deben ser evaluados ni la forma de hacerlo.

En resumen la evaluación al docente queda en manos de la administración que sin un sustento teórico decide evaluar aquellos indicadores que mejor se ajusten a sus gustos o intereses.

Qué evaluar

Con la ausencia de indicadores para la evaluación a los docentes en nuestra Universidad, mi propuesta está fundamentada en la literatura especializada.

El primer elemento a definir está en determinar qué tipo de profesor queremos en nuestra Universidad. La UNESCO en su “Informe de seguimiento de la educación en el mundo” señala que la responsabilidad principal de los docentes es impartir una enseñanza de alta calidad. “En la práctica, una buena enseñanza es una tarea compleja y exigente. Los docentes tienen que administrar y transmitir el plan de estudios, velar por la participación y el aprendizaje, y adaptar la enseñanza a las necesidades de los alumnos y a la cambiante dinámica del aula. Además, necesitan tiempo para preparar los materiales didácticos y para organizar y calificar las evaluaciones[4].

En este campo quiero destacar la propuesta que el Tecnológico de Monterrey expone en su modelo TEC21[5], donde enfatiza en el papel principal del profesor. Para ellos el docente debe estar interesado en el estudiante, guiando su desarrollo. Debe destacar tanto como académico como en su profesión. Debe ser innovador y aprovechar la tecnología para modificar las formas tradicionales de enseñanza. Debe demostrar además un vínculo cercano con los estudiantes, ser un buen ejemplo y en especial dejar una huella en sus estudiantes.

Rizo Moreno[6] en un trabajo de la Asociación Universitaria de Formación del Profesorado, señala que existe consenso en que las tres áreas que el trabajo docente debe ser evaluado son: docencia, investigación y extensión.

Considerando que en nuestra Universidad los nuevos diseños curriculares se adscriben a la moda actual de las competencias, entonces es de esperar que también a los profesores los evaluemos bajo este mismo enfoque. Por esta razón el instrumento que propongo en los siguientes trabajos estará enfocado directamente a evaluar las competencias de los docentes universitarios.

En el siguiente trabajo comentaré sobre la incongruencia de los actuales instrumentos, a partir de las modificaciones de carácter cosmético introducidos a estos.




[1] Asún R.A y Zuñiga C (2017) Evaluación docente universitaria: Hacia una perspectiva unificada. Revista de Sociología 32(1), 50-70.  doi:10.5354/0719-529x.2017.47885
[2] Comité Ejecutivo de la Universidad Boliviana (CEUB) Modelo académico del sistema de la universidad boliviana (2011) http://www.ceub.edu.bo/academica/documentos/normas/01_Modelo_Academico_09_14.pdf
[3] No se pudo localizar el modelo en ninguno de los sitios de la UAGRM. Manos amigas me lo hicieron llegar por medio del correo electrónico
[4] UNESCO 2017 “Informe de seguimiento de la educación en el Mundo” http://unesdoc.unesco.org/images/0026/002610/261016S.pdf
[6] Rizo Moreno, Héctor. “Evaluación del docente universitario” Asociación Universitaria de Formación del Profesorado. Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del profesorado 2(1) 1999 https://www.aufop.com/aufop/uploaded_files/articulos/1224341864.pdf

No hay comentarios:

Publicar un comentario