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lunes, 19 de mayo de 2025

Deja de googlear con la IA y rompe paradigmas

 

Elaborada con Copilot
Con la participación de la Dra. Mercedes Leticia Sánchez Ambriz

El 2020 quedará grabado en la memoria colectiva como un parteaguas, un instante de quietud forzada que, paradójicamente, desató una revolución silenciosa en el ámbito educativo. La pandemia de COVID-19 irrumpió en nuestras aulas, obligando a docentes de todos los niveles a cruzar un umbral hasta entonces reservado, en gran medida, para la educación virtual de posgrados, licenciaturas y algunas experiencias aisladas en el nivel medio superior.

De la noche a la mañana, el aula física, ese espacio de encuentro cotidiano y ritualizado, se desvaneció, dejando en su lugar la pantalla como única ventana al aprendizaje. Para muchos, este salto al mundo virtual no fue una transición gradual, sino un aterrizaje forzoso en un territorio desconocido, un universo digital que demandaba nuevas habilidades, herramientas y, sobre todo, una mentalidad dispuesta a la adaptación.

A partir de entonces, se produjo un desplazamiento paulatino pero constante del omnipresente PowerPoint, herramienta que durante más de dos décadas había reinado en las presentaciones de clase. Fue el momento para que los docentes comprendieran que había otros medios más allá del PowerPoint.

Ante la necesidad de dinamizar las sesiones virtuales y mantener la atención de los estudiantes a través de la pantalla, los docentes comenzaron a explorar un abanico de nuevas posibilidades. Herramientas como Kahoot!, con la ludificación del aprendizaje; los versátiles Formularios de Google, ideales para encuestas y evaluaciones rápidas; plataformas de diseño intuitivo como Canva y Genially, que permitían crear infografías y presentaciones visualmente atractivas; y muchas otras, irrumpieron en el escenario educativo.

Este descubrimiento de las herramientas de autor representó un apoyo para incursionar en interactividad para muchos educadores. La posibilidad de crear cuestionarios dinámicos, diseñar materiales visuales atractivos y fomentar la participación activa de los estudiantes generó una sensación de empoderamiento digital.

Para algunos, estas nuevas herramientas se convirtieron en una suerte de nueva 'zona de confort', una manera de sentir que finalmente estaban integrando las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en sus prácticas pedagógicas, adaptando sus métodos a la nueva realidad virtual.

Sin embargo, apenas cuando muchos docentes comenzaban a sentirse cómodos en este nuevo ecosistema de herramientas digitales, una nueva ola tecnológica irrumpió con fuerza: la Inteligencia Artificial (IA). Con su aparición, se produjo un cambio casi instantáneo en la forma en que muchos educadores abordaban la búsqueda de información y la interacción digital. Los buscadores tradicionales comenzaron a ser desplazados por los chatbots conversacionales, percibidos inicialmente como una forma más directa y "eficiente" de obtener respuestas.

No obstante, esta adopción inicial de la IA se quedó, para muchos, en la superficie. La IA fue vista, en gran medida, como un buscador avanzado o como una herramienta digital más dentro del mismo catálogo que ya conocían. Se pasó por alto su potencial mucho más profundo y transformador, su capacidad para ir más allá de la simple recuperación de información y convertirse en un verdadero aliado pedagógico.

La revolución de la IA

La verdadera revolución de la Inteligencia Artificial en la educación apenas está comenzando a desplegarse. Sin embargo, es la mayor disrupción que la educación está viviendo en este siglo. Reducir la IA a un mero buscador o a una herramienta digital más es como contemplar la punta de un iceberg, ignorando la vasta estructura que yace debajo de la superficie. La IA ofrece un abanico de posibilidades mucho más amplio y profundo para transformar la enseñanza y el aprendizaje.

Imaginemos la capacidad de la IA para personalizar el aprendizaje a un nivel sin precedentes, adaptando el contenido, el ritmo y las actividades a las necesidades y estilos de aprendizaje individuales de cada estudiante. Pensemos en su potencial para automatizar tareas repetitivas, como la calificación de ciertos tipos de evaluaciones o la generación de informes, liberando tiempo valioso para que los docentes se enfoquen en la interacción humana, la tutoría individualizada y el diseño de experiencias de aprendizaje más significativas. En el blog hemos abordado varios ejemplos de esta idea. Uno de ellos es De googlear con la IA al diálogo mediado otro de ellos es Mientras la IA trabaja yo en enseño entre otros post,

Consideremos también cómo la IA puede analizar grandes volúmenes de datos de aprendizaje para identificar patrones, predecir dificultades y ofrecer información valiosa para la toma de decisiones pedagógicas más informadas. Desde la creación de asistentes virtuales inteligentes que responden preguntas y ofrecen apoyo las 24 horas del día, hasta el desarrollo de herramientas de retroalimentación sofisticadas que proporcionan a los estudiantes una guía precisa y oportuna para mejorar, la IA tiene el potencial de enriquecer cada aspecto del proceso educativo.

Sin embargo, para desbloquear este potencial transformador, es crucial que los docentes dejen de ver la IA como un simple instrumento utilitario y comiencen a comprenderla como un colaborador inteligente, capaz de potenciar su labor pedagógica de maneras antes inimaginables. Esto implica un cambio de paradigma, una apertura a explorar nuevas formas de enseñar y aprender en colaboración con la inteligencia artificial. Es Girar 180 grados: de la sospecha a la oportunidad de trabajar con la IA

En esencia, la IA en educación va más allá de la búsqueda, ofreciendo herramientas para personalizar el aprendizaje, automatizar tareas, generar contenido inteligente y analizar datos para mejorar la práctica pedagógica. Para aprovechar este potencial, los docentes deben evolucionar su comprensión y uso de la IA como un verdadero colaborador en el aula.

La IA mi aliado

La integración efectiva de la inteligencia artificial en la educación no es simplemente una cuestión de adoptar nuevas herramientas; requiere un proceso profundo de desaprendizaje de ciertas concepciones y prácticas pedagógicas arraigadas. Durante años, e incluso décadas, la labor docente se ha centrado en ser la principal fuente de conocimiento, en diseñar materiales didácticos y en evaluar el aprendizaje de manera tradicional. La llegada de la IA desafía estos roles y exige una re-evolución del quehacer docente. En estos momentos debemos dejar de copiar y pegar prompts a un diálogo con los algoritmos.

Los educadores deben desaprender la idea de que la tecnología es solo una herramienta complementaria y comenzar a verla como un socio inteligente con capacidades únicas. Esto implica dejar de lado la búsqueda de la 'herramienta perfecta' que simplemente digitalice las prácticas existentes y, en cambio, aprender a colaborar con la IA para diseñar experiencias de aprendizaje transformadoras.

También es necesario desaprender la resistencia al cambio y la comodidad de la 'zona de confort' digital alcanzada con las herramientas de autor. La IA exige una mentalidad abierta a la experimentación, a probar nuevas metodologías y a asumir un rol más de curador de contenido generado por IA, de validador de información y de diseñador de actividades que exploten las potencialidades de esta tecnología.

Este proceso de desaprendizaje es fundamental para poder aprender nuevas habilidades y competencias necesarias en la era de la IA. Los docentes deben familiarizarse con los principios básicos de la IA, comprender sus limitaciones y potencialidades, y desarrollar la capacidad de utilizarla de manera ética y pedagógicamente sólida.

Esto implica una formación continua y una disposición a salir de la propia zona de confort, a abrazar la incertidumbre y a convertirse en aprendices permanentes en este nuevo panorama tecnológico. En definitiva, la clave para el futuro de la educación no reside en resistir la IA, sino en desaprender viejas formas para aprender a trabajar en simbiosis con ella.

Nuestras futuras competencias están construyéndose

Hoy en día, no basta con poseer un profundo conocimiento de la materia, dominar la didáctica o contar con sólidas competencias digitales. La clave para el futuro reside en la apertura a aprender a dialogar con la inteligencia artificial. Esta conversación no se limita a la búsqueda de información, sino que abre un abanico de posibilidades creativas para generar contenidos educativos que antes apenas podíamos imaginar.

Desde la creación de simuladores interactivos que permiten a los estudiantes experimentar conceptos complejos de manera inmersiva, hasta el diseño de experiencias de aprendizaje personalizadas a una escala sin precedentes, la IA se presenta como una poderosa aliada para expandir los límites de la pedagogía. Estamos pasando: De la piedra al razonamiento cuántico

Este nuevo paradigma requiere que los docentes abandonen la comodidad de las herramientas conocidas y se aventuren a explorar las fronteras de la inteligencia artificial, desaprendiendo viejas concepciones para abrazar un futuro donde la colaboración entre la inteligencia humana y la artificial redefine las posibilidades de la enseñanza y el aprendizaje.

Escucha el pódcast en este enlace

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