En colaboración con la Dra. Mercedes Leticia Sánchez Ambriz
El trabajo del docente es cada vez mayor, a la permanente actualización, se unen informes, creación de cuestionarios y revisión de preguntas de selección múltiple, elaboración de rúbricas estandarizadas, entre otras tareas monótonas y repetitivas que terminan agotando al maestro.
A lo anterior añadimos que su trabajo no
termina en el aula, sino en horas dedicadas a: planificación, corrección de
tareas y trabajos, organización de materiales y decenas de tareas
administrativas, invaden el tiempo destinado al verdadero acto educativo:
pensar, crear, enseñar y acompañar. En medio de esta sobrecarga, la inteligencia
artificial (IA) se presenta como una aliada estratégica. ¿Y si dejamos que
la IA haga lo que no requiere nuestra presencia permanente?
Liberando tiempo.
Muchos docentes aún asocian la IA con la
pérdida de control, o con una amenaza a su rol profesional. Pero en la
práctica, herramientas como ChatGPT, Grammarly, Quillbot, Perplexity o Canva
con IA están siendo utilizadas para realizar tareas que antes tomaban horas. La
clave está en comprender qué delegar y qué preservar.
Ejemplos concretos del entorno educativo:
Tarea tradicional |
Solución con IA |
Redactar rúbricas de evaluación |
ChatGPT, Gemini o Rubrik |
Corregir ortografía y estilo |
Grammarly, DeepL Write |
Diseñar presentaciones visuales |
Canva con IA, Magic Design |
Crear cuestionarios de opción múltiple |
Brisk Teacher, Formative, ChatGPT |
Adaptar materiales a niveles distintos |
Curipod o Education Copilot |
Sintetizar textos largos |
ChatGPT o Notion AI |
Generar secuencias didácticas |
Gamma |
Crear tutores personalizados |
Poe |
Análisis de datos educativos |
Google Sheets / Excel |
Generación de audios |
Notebook |
La acción educativa no puede ser reducida a un conjunto de tareas repetitivas o meramente administrativas, pues su esencia radica en el vínculo humano, la orientación formativa y la capacidad de generar transformaciones significativas en los estudiantes. Según Floridi et al. (2018), el mayor potencial de la inteligencia artificial está en “permitir que las personas se enfoquen en lo que es éticamente significativo: la relación con los otros, la creatividad, la reflexión crítica”. En este sentido, la integración inteligente de herramientas de IA en el ámbito educativo no implica una sustitución del docente, sino una reconfiguración de su rol hacia actividades de mayor valor pedagógico y humano.
Un profesor que delega tareas repetitivas
como la calificación automática, la revisión de asistencia o la organización de
contenidos digitales, puede concentrar sus esfuerzos en comprender con mayor
profundidad a sus estudiantes, personalizar las estrategias de enseñanza,
fortalecer la innovación educativa y promover proyectos interdisciplinarios con
un enfoque crítico y creativo. Esta redistribución del tiempo no solo mejora la
calidad de la enseñanza, sino que también tiene un impacto positivo en la calidad de vida del docente. Le
permite disponer de más tiempo para su desarrollo profesional, su salud mental
y su vida familiar, rompiendo con la lógica de la sobrecarga laboral que lo
obliga a sacrificar sus fines de semana para completar lo que no pudo hacer
durante las clases. Así, la IA se convierte en un asistente ético-pedagógico, liberando tiempo para lo esencial:
educar, acompañar y también vivir.
En un comentario anterior expresamos la
necesidad de girar
180 grados, pasar de la sospecha al empleo de la IA. El miedo de algunos
profesores a ser reemplazados por la IA es un reflejo de una vieja narrativa
tecnofóbica que ha acompañado a cada revolución tecnológica. Sin embargo,
investigaciones recientes afirman que la IA en la educación no reemplaza la
figura docente, sino que la redefine: más mentora, más estratega, menos
operaria del contenido (Valiña & Mastroleo, 2023).
Dejar que la IA haga lo que no me
apasiona no es rendirme, es reafirmar mi rol. No estoy renunciando al trabajo,
estoy eligiendo enfocarme en lo que realmente importa: formar personas, no solo
entregar contenidos. Porque mientras la IA redacta, corrige o resume, yo
escucho, pienso, acompaño y transformo.
La inteligencia artificial no nos quita el trabajo; nos devuelve el tiempo para ejercer plenamente
nuestra vocación como verdaderos educadores. Al asumir tareas
repetitivas, administrativas o logísticamente complejas, la IA libera al
docente de la carga que muchas veces lo aleja del corazón de su labor: acompañar, inspirar, orientar
y transformar vidas a través del conocimiento y el vínculo humano.
Más que una amenaza, la IA representa una
oportunidad para reenfocar la práctica docente en lo esencial: el pensamiento
crítico, la empatía, la escucha activa, la creatividad pedagógica y la
formación integral del estudiante. En otras palabras, no se trata de enseñar
menos, sino de enseñar mejor, con más
sentido y con más presencia.
Referencias
Floridi, L. et al. (2018). AI4People - An
Ethical Framework for a Good AI Society. Minds and Machines, 28(4), 689–707.
https://doi.org/10.1007/s11023-018-9482-5
El Zailah-Bernal, D., & González-Durán, E. J. (2024). Miradas plurales de
la tecnofobia. Revista Politécnica, 20(39), 148-156.
Valiña, L. G., & Mastroleo, I. (2023). Los desafíos éticos y científicos de
ChatGPT en salud: utopismo, tecnofobia y pragmatismo.
https://doi.org/10.31219/osf.io/kvj45
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