viernes, 5 de diciembre de 2025

La tensión entre integridad académica, formación en IA y expectativas institucionales: un análisis desde una encuesta presentada por Turnitin.

En colaboración con Mercedes Leticia Sánchez Ambriz

El podcast lo puedes escuchar en este enlace

En un comentario anterior analizamos las páginas 7 a la 12 del análisis de una encuesta divulgada por Turnitin y que abarcó a 3,500 participantes, de ellos 500 administradores educativos, la misma cantidad de académicos y 2500 estudiantes. El informe al que se puede acceder desde este enlace muestra un escenario donde estudiantes, docentes y administradores educativos coinciden en que la inteligencia artificial ofrece oportunidades, pero también genera inquietudes profundas.

En este artículo analizamos las páginas comprendidas entre la 12 y la 16 del informe, referidas a las expectativas de estudiantes y los desafíos principales de los encuestados. El contenido revela un conjunto de tensiones estructurales: la presión sobre el docente, la falta de recursos institucionales, el temor de los estudiantes por perder habilidades cognitivas clave, y la coincidencia de todos los actores en identificar la integridad académica y la competencia digital como desafíos urgentes. Estas páginas permiten interpretar cómo se reconfigura el proceso educativo en un contexto donde la IA se vuelve omnipresente.

Desafíos formativos y riesgos percibidos en el uso académico de la IA

La página 12 expone un factor estructural: aunque existe consenso sobre la importancia de la IA para el futuro laboral, los docentes perciben que sus instituciones no cuentan con los recursos para implementarla de manera eficaz. El 37 por ciento declara esta carencia y busca apoyos externos. Esta situación amplifica la presión que sienten ante la magnitud de una tecnología que cambia con rapidez y que exige nuevas capacidades para orientar a los estudiantes. El contraste es claro: se reconoce que la IA será determinante para la empleabilidad, pero no se establecen suficientes condiciones para que los docentes desarrollen la competencia necesaria para acompañar la transición.

En las páginas 13 y 14 emergen con fuerza las preocupaciones de los estudiantes. Al 59 por ciento le inquieta que el uso excesivo de la IA reduzca sus habilidades de pensamiento crítico, mientras que el 47 por ciento teme incurrir en mala conducta académica. Los docentes y administradores coinciden en estos riesgos: la reducción de habilidades críticas, la información errónea y la falta de capacitación aparecen como amenazas compartidas. Este punto permite observar un elemento importante: el miedo no está únicamente en el terreno ético, sino en la posibilidad de que la IA afecte el proceso cognitivo y formativo de manera profunda.

Además, más de la mitad de los encuestados considera que la IA representa una amenaza directa a la integridad académica. La preocupación no se limita al plagio o a la autoría delegada, sino a la pérdida de autenticidad en el aprendizaje. Para los estudiantes, aprender de manera auténtica sigue siendo un valor fundamental y expresan la necesidad de saber cuándo y cómo se puede usar la IA sin comprometer su propio desarrollo.

Las páginas 15 y 16 añaden un matiz decisivo: no existen diferencias significativas entre las preocupaciones de instituciones de educación secundaria y media, y las de educación superior. Ambas identifican los mismos desafíos principales (integridad académica y falta de capacitación) y los mismos riesgos (información errónea y debilitamiento del pensamiento crítico). Esta coincidencia muestra que el problema no es aislado ni propio de un nivel educativo, sino que responde a una transformación estructural que afecta a todo el sistema formativo.

El análisis comparado entre ambos niveles también evidencia una oportunidad. Si las preocupaciones son similares, la respuesta institucional podría ser articulada, con políticas conjuntas, criterios unificados de uso ético de la IA y programas de formación continua que acompañen la transición desde etapas tempranas del proceso educativo.

Las páginas analizadas muestran que el desafío actual no se limita a integrar la IA, sino a reconstruir las condiciones pedagógicas, institucionales y éticas para que su uso sea coherente con los fines educativos. La tensión entre mantener la integridad académica y desarrollar competencias en IA atraviesa a estudiantes, docentes y administradores por igual. La preocupación por la reducción del pensamiento crítico señala que la tecnología no puede sustituir los procesos reflexivos que constituyen el núcleo del aprendizaje.

Frente a este escenario, se refuerza la necesidad de fortalecer la formación docente, clarificar las políticas de uso aceptable y promover prácticas pedagógicas que combinen innovación y rigor. La posibilidad de avanzar hacia una cultura académica sostenible en tiempos de IA depende de que las instituciones asuman el liderazgo que hoy aparece fragmentado. Mientras la articulación entre liderazgo y cultura académica en tiempo de IA no ocurra, la brecha entre expectativas y capacidades seguirá ampliándose, y los riesgos señalados por la comunidad educativa continuarán condicionando el modo en que la IA transforma la educación.

Un cierre hasta el próximo análisis

Las páginas 12 a 16 del informe de Turnitin no describen simplemente “desafíos” ante la irrupción de la IA; dibujan el contorno de una crisis sistémica que pone en jaque los fundamentos mismos de la educación tal como la hemos conocido.

Cuando el 59 % de los estudiantes teme perder su capacidad de pensar críticamente y más de la mitad de la comunidad educativa ve amenazada la integridad académica, ya no estamos ante una cuestión de adaptación tecnológica: estamos ante la disyuntiva histórica de si la educación será capaz de preservar su razón de ser —formar personas capaces de pensar por sí mismas— o si, por inercia institucional y ausencia de liderazgo, terminará delegando en algoritmos el núcleo de su misión.

La coincidencia de preocupaciones entre secundaria y universidad elimina cualquier excusa de gradualidad o de “fases de transición”. El problema es el mismo en todo el continuum formativo y exige respuestas igualmente integrales y urgentes. Seguir postergando la formación masiva y obligatoria de docentes, la definición clara de políticas de uso ético y la creación de entornos pedagógicos que enseñen a usar la IA sin abdicar del rigor cognitivo equivale a aceptar, de facto, que una parte irreparable del desarrollo intelectual de las próximas generaciones quede en manos de modelos de lenguaje cuya lógica profunda ni siquiera comprendemos del todo.

El mensaje del informe es inequívoco: o las instituciones educativas asumen ahora —y no dentro de cinco o diez años— el liderazgo estratégico, presupuestario y cultural que esta transformación exige, o la brecha entre las competencias que el mundo laboral demandará y las capacidades reales que el sistema educativo entregue se volverá insalvable. Y cuando eso ocurra, ya no habrá políticas correctivas que alcancen: la pérdida de pensamiento crítico y de autenticidad en el aprendizaje no se recupera con cursos de actualización ni con nuevos detectores de plagio. Se pierde para siempre en quienes hoy son estudiantes.

La IA no está esperando a que la educación decida qué hacer con ella. Ya está reconfigurando el aprendizaje desde dentro. La pregunta ya no es si queremos o no esta transformación, sino si estamos dispuestos a liderarla o a sufrirla.

 

jueves, 4 de diciembre de 2025

La era de la industria superinteligente

En colaboración con Mercedes Leticia Sánchez Ambriz

Escucha el pódcast en este enlace

La educación superior se encuentra ante una encrucijada histórica. La acelerada transformación tecnológica –impulsada por la Cuarta Revolución Industrial o Industria 4.0– está dando paso a lo que algunos expertos llaman la era de la industria superinteligente, marcada por la integración masiva de la inteligencia artificial (IA) avanzada en todos los ámbitos productivos. Esta nueva tendencia no solo involucra fábricas inteligentes e Internet de las Cosas, sino también sistemas capaces de tomar decisiones autónomas y colaborativas junto con los seres humanos.

En este contexto, las universidades desempeñan un papel crítico: deben reinventarse para formar a profesionales competentes en un mundo hipertecnológico, al tiempo que aprovechan estas tecnologías para mejorar sus propios procesos académicos.

Industria superinteligente: más allá de la Industria 4.0

El término Industria 4.0 se refiere a la integración de tecnologías digitales, físicas y biológicas en los procesos industriales mediante IA, IoT (Internet de las Cosas), biotecnología y nuevos modelos de negocio. Esta cuarta revolución industrial sentó las bases para una economía del conocimiento y la productividad automatizada, transformando la educación y la formación de talento humano.

Sin embargo, los avances de la inteligencia artificial en la última década están llevando esta tendencia aún más lejos, a lo que están llamando industria “superinteligente”, un concepto que enlaza con la visión de Sociedad 5.0 propuesta en Japón: una sociedad superinteligente que va más allá de Industria 4.0 colocando a la persona en el centro de la transformación tecnológica.

En la era de la industria superinteligente, la colaboración sinérgica entre humanos y sistemas inteligentes es la norma. No se busca solo automatizar tareas, sino combinar la cognición humana con capacidades avanzadas de IA y robótica para resolver problemas complejos de forma creativa y mejorar el bienestar general. Por ejemplo, la llamada Industria 5.0 enfatiza la interacción hombre-máquina: robots colaborativos (cobots) trabajando junto a operarios humanos, analítica de datos en tiempo real apoyando la toma de decisiones, y personalización masiva de productos gracias a IA avanzada (European Commission, 2021; Cabinet Office, Government of Japan, 2016).

Para las universidades, entender este concepto implica reconocer que los objetivos formativos ya no pueden limitarse a conocimientos estáticos. La “industria superinteligente” demanda profesionales con habilidades híbridas: dominio tecnológico de punta, capacidad para colaborar con máquinas inteligentes, y al mismo tiempo, sólidas competencias humanas como creatividad, pensamiento crítico y ética.

De hecho, este nuevo paradigma industrial plantea desafíos y oportunidades significativos para los sistemas educativos y los futuros profesionales, haciendo esencial adaptar las competencias y habilidades a las exigencias tecnológicas y éticas emergentes. En resumen, la industria superinteligente representa un salto cualitativo en la relación entre tecnología y sociedad, y las universidades deben evolucionar en paralelo para seguir siendo relevantes.

Implicaciones para la educación superior

La irrupción de la industria superinteligente tiene profundas implicaciones en la misión y en las prácticas de la educación superior. Las universidades están llamadas a convertirse en motores de innovación que alimenten este nuevo ecosistema tecnológico. Ya en el marco de la Industria 4.0 se advertía la necesidad de que las instituciones de educación superior (IES) se “reinventaran” para no quedar rezagadas, promoviendo la investigación científica, la innovación tecnológica y nuevas metodologías de enseñanza. Si en la era 4.0 resultaba inviable sostener modelos tradicionales, con mayor razón lo es en la era superinteligente, caracterizada por la velocidad exponencial de los avances.

Una implicación clave es que la universidad debe actuar con doble protagonismo: formar talento y generar conocimiento. Por un lado, necesita brindar a los estudiantes todas las habilidades necesarias, no solo para el presente inmediato, sino para enfrentar los trabajos del futuro. Esto significa actualizar constantemente los planes de estudio incorporando contenidos sobre IA avanzada, ciencia de datos, automatización, ciberseguridad, realidad virtual y demás tecnologías emergentes. Pero además implica desarrollar destrezas transferibles –aprender a aprender, resolución de problemas complejos, colaboración interdisciplinaria– que permitan a los graduados adaptarse a ocupaciones que quizá aún ni existen.

Por otro lado, la universidad misma debe convertirse en un laboratorio de innovación, donde la investigación científica y tecnológica produzca nuevos conocimientos, y a su vez la investigación educativa redefina las prácticas de enseñanza. Este dinamismo de retroalimentación asegura que la academia contribuya tanto al avance tecnológico (ej. desarrollando algoritmos, emprendimientos de base tecnológica, patentes) como a la transformación pedagógica (ej. incorporando herramientas de IA en el aula, métodos activos de aprendizaje, educación en línea de alta calidad).

También se destaca la necesidad de una apertura institucional y trabajo colaborativo. En la era superinteligente, la innovación ocurre frecuentemente en la intersección entre academia, industria y gobierno. Las IES deben estrechar vínculos con empresas tecnológicas, centros de investigación y organismos públicos para mantenerse al día y transferir conocimiento. Además, la visión educativa se expande más allá de la formación inicial: la educación continua se vuelve imperativa. Las universidades tendrán un rol en la re-capacitación constante de la fuerza laboral, ofreciendo programas flexibles para que profesionales en ejercicio adquieran las nuevas competencias que la revolución superinteligente exige.

En suma, la educación superior tiene que repensar su oferta académica, sus metodologías y su gestión institucional a la luz de la industria superinteligente. A continuación, profundizamos en cinco desafíos clave que enfrentan las universidades en esta transformación, seguidos de las oportunidades que pueden capitalizar en los ámbitos de enseñanza, gestión y formación de competencias.

Desafíos de la educación superior ante la industria superinteligente

Las instituciones universitarias enfrentan múltiples desafíos para adaptarse a este nuevo escenario tecnológico. A continuación, se analizan cinco retos principales:

Estos desafíos también son estímulos para que las universidades evolucionen. Cada reto encierra la semilla de una transformación positiva si es abordado con visión estratégica. Es necesario tomar en cuenta las oportunidades emergentes que la era superinteligente ofrece en la docencia, la gestión académica y la formación de competencias, las cuales pueden ayudar a enfrentar dichos desafíos y fortalecer el rol de la universidad en la sociedad digital.

Conclusión

La llamada era de la industria superinteligente plantea un escenario desafiante pero lleno de promesas para la educación superior. Como hemos visto, la convergencia de la inteligencia artificial avanzada con los sistemas productivos, más allá de la Industria 4.0, obliga a las universidades a adaptarse profundamente en su forma de educar, investigar y gestionar. Los desafíos identificados (desde la reinvención del modelo académico hasta las consideraciones éticas de la IA) requieren de las instituciones una respuesta proactiva, creativa y centrada en la calidad educativa.

No obstante, por cada reto existe una oportunidad equivalente: la personalización del aprendizaje, la optimización de procesos, la formación de nuevos perfiles profesionales y la expansión del acceso al conocimiento son logros al alcance si se aprovechan inteligentemente las tecnologías emergentes.

En última instancia, las universidades siguen siendo el espacio privilegiado para anticipar el futuro. En la era superinteligente, su papel será más crucial que nunca: deberán nutrir el diálogo entre la humanidad y sus máquinas, asegurando que el avance tecnológico se encauce hacia el bienestar común y el desarrollo sostenible. Como sugiere la visión de Sociedad 5.0, se trata de poner a la persona en el centro, que nadie se quede atrás, y la educación superior es la herramienta por excelencia para lograrlo. Con liderazgo, inversión estratégica y una vocación innovadora, las instituciones de educación superior pueden convertir los vientos de cambio tecnológico en aliados para renovarse y fortalecer su misión formativa. La era de la industria superinteligente no desplaza a la universidad, sino que la invita a trascender sus límites tradicionales y a seguir siendo faro de conocimiento en tiempos de transformación acelerada.

Referencias

Pérez-Rojas, J. G. (2020). Retos de las instituciones de educación superior para su articulación en la Industria 4.0. Revista CEA, 6(11), 9–11. https://doi.org/10.22430/24223182.1584.

Rojas-Arenas, I. D., Jiménez-Medina, E., & Yepes-Callejas, R. (2021). Competencias profesionales e Industria 4.0: análisis exploratorio para ingeniería industrial y administrativa en Medellín. Revista Interamericana de Investigación, Educación y Pedagogía, 14(2), 169–194. https://doi.org/10.15332/25005421.6299.

Fidalgo-Blanco, Á., Sein-Echaluce, M. L., & García-Peñalvo, F. J. (2022). Método basado en Educación 4.0 para mejorar el aprendizaje: lecciones aprendidas de la COVID-19. RIED-Revista Iberoamericana de Educación a Distancia, 25(2), 49–72. https://doi.org/10.5944/ried.25.2.32320.

Virtual Educa. (2025a, 17 de febrero). Oportunidades y desafíos de la IA en la educación superior: un análisis desde la UNESCO. https://virtualeduca.org/mediacenter/oportunidades-y-desafios-de-la-ia-en-la-educacion-superior-un-analisis-desde-la-unesco/.

Virtual Educa. (2025b, 22 de enero). Guía de la UNESCO para el uso de la IA generativa en educación: herramientas y recomendaciones para docentes universitarios. https://virtualeduca.org/mediacenter/guia-de-la-unesco-para-el-uso-de-la-ia-generativa-en-educacion-herramientas-y-recomendaciones-para-docentes-universitarios/.

López, J. (2024, 8 de septiembre). Desafíos y potencial de la Industria 5.0 en la economía global. Inspenethttps://inspenet.com/articulo/industria-50-en-la-economia-global/.