En colaboración con la Dra Mercedes Leticia Sánchez Ambriz
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Creada con Copilot |
Hace no mucho tiempo, transformar una imagen
requería horas de trabajo frente a Photoshop, además de conocimientos técnicos
avanzados y la mirada entrenada de un diseñador gráfico. Hoy, basta con
escribir unas instrucciones precisas y en segundos, una inteligencia artificial
es capaz de alterar rostros, paisajes, estilos artísticos o crear composiciones
inéditas desde cero. Lo que antes era un proceso artesanal y especializado,
ahora se ejecuta con una orden breve en lenguaje natural. Esta nueva realidad
ha encendido las alarmas: ¿es el principio del fin para los diseñadores
gráficos?, ¿Será que el arte, la creatividad y el trabajo visual están siendo
absorbidos por la máquina?
Antes de este fenómeno, Alvin Toffler vislumbraba lo
que hoy está sucediendo al escribir su obra "El shock del futuro". En
ella define este concepto como la sensación de desorientación y estrés que
experimentan las personas cuando se enfrentan a cambios rápidos y
significativos en la tecnología y la sociedad. En otras palabras, cuando los
cambios son tan grandes, pueden causar una especie de «parálisis» en
las personas, dificultando su capacidad para adaptarse y funcionar de manera
efectiva en un entorno en constante evolución.
Más allá del impacto tecnológico, lo que emerge con
fuerza es una sensación creciente de ansiedad,
incertidumbre y saturación mental: es lo que hoy se conoce como tecnoestrés.
Un fenómeno silencioso pero extendido, que afecta a miles de personas expuestas
a la necesidad constante de adaptarse, aprender, actualizarse y competir con
tecnologías que, paradójicamente, fueron diseñadas para facilitarles la vida.
El
término tecnoestrés fue acuñado por Craig Brod (1984), quien lo
definió como: Una enfermedad de
adaptación causada por la falta de habilidad para afrontar las nuevas
tecnologías informáticas de manera saludable.
Posteriormente, Rosen y Weil (1997) ampliaron el
concepto, definiéndolo como: Un malestar
psicológico negativo relacionado directa o indirectamente con el uso actual o
futuro de la tecnología.
Más
recientemente, Salanova, Llorens y
Cifre (2007), investigadoras del ámbito de la psicología
organizacional, definieron el tecnoestrés como: Un estado psicológico negativo relacionado con el uso de las
tecnologías, que puede manifestarse en ansiedad, fatiga, escepticismo y
sensación de ineficacia.
Todo empieza…
El tecnoestrés surge cuando una persona se siente incapaz de adaptarse al ritmo de los cambios
tecnológicos, en una especie de shock, según las palabras de Toffler o
cuando las demandas tecnológicas superan sus habilidades o recursos. Este
fenómeno puede aparecer en diferentes contextos:
- Entornos laborales, cuando hay una imposición
acelerada de nuevas plataformas, sistemas o automatizaciones sin formación
suficiente.
- Ámbitos educativos, cuando docentes o
estudiantes se enfrentan a herramientas digitales sin acompañamiento
adecuado.
- Vida cotidiana, por la hiperconectividad, la dependencia
del móvil, la sobrecarga de información (Infoxicación) y la presión por
estar siempre disponible.
En palabras de Tarafdar et al. (2007), el tecnoestrés se relaciona con cinco
dimensiones:
- Techno-overload: cuando la tecnología
obliga a trabajar más rápido o más intensamente.
- Techno-invasion: cuando la tecnología
invade la vida personal.
- Techno-complexity: cuando se percibe la
tecnología como demasiado compleja.
- Techno-insecurity: miedo a perder el trabajo
por no dominar la tecnología.
- Techno-uncertainty: incertidumbre constante
por los cambios tecnológicos.
El tecnoestrés
no solo genera malestar momentáneo, sino que puede tener efectos profundos y duraderos en la vida de
las personas. Estos efectos se manifiestan en diferentes niveles como:
- Ansiedad y angustia: Las personas sienten
presión por aprender nuevas tecnologías rápidamente, lo que puede generar
miedo a equivocarse o quedar rezagadas (Salanova et al., 2007).
- Baja autoestima y autoconfianza: La
percepción de incompetencia tecnológica puede deteriorar la imagen
personal y profesional.
- Frustración e irritabilidad: El
mal funcionamiento de sistemas, la falta de soporte técnico o la constante
actualización de plataformas provoca emociones negativas recurrentes.
- Fatiga
y agotamiento: Estar muchas horas frente a la pantalla y bajo presión digital
puede generar agotamiento físico, tensión muscular o trastornos del sueño
- Problemas
visuales o posturales: Por el uso prolongado de dispositivos sin
pausas ni condiciones ergonómicas adecuadas.
Impacto en el rendimiento cognitivo y profesional
- Disminución
de la concentración: La multitarea digital y la sobrecarga de
información (Infoxicación) reducen la capacidad de atención y el
procesamiento eficaz de datos (Carr, 2010).
- Bloqueos
mentales o baja productividad: La saturación tecnológica puede paralizar la
toma de decisiones y disminuir la eficiencia en el trabajo.
- Dependencia
o evitación: Algunas personas desarrollan conductas evitativas hacia las TIC,
mientras que otras generan dependencia excesiva.
Aislamiento social y deterioro de relaciones
- Desvinculación
afectiva: El exceso de interacciones virtuales puede reemplazar la
comunicación cara a cara, reduciendo la calidad de los vínculos sociales.
- Problemas
en el entorno laboral, educativo y social: El mal manejo del estrés tecnológico
puede generar conflictos interpersonales, falta de cooperación o
resistencia al cambio.
Burnout tecnológico
El burnout,
también conocido como síndrome de
agotamiento profesional, es un estado de agotamiento físico, emocional y mental que aparece como
consecuencia del estrés crónico en el
trabajo. Fue reconocido por la Organización
Mundial de la Salud (OMS) en la Clasificación Internacional de
Enfermedades (CIE-11) como un fenómeno ocupacional.
Según Christina
Maslach (1981), una de las autoras más citadas en este campo, el burnout
se caracteriza por tres dimensiones principales:
- Agotamiento emocional: sensación de estar
emocionalmente drenado y sin energía.
- Despersonalización: actitudes negativas,
distantes o cínicas hacia las personas con las que se trabaja.
- Baja realización personal:
sensación de ineficacia, baja productividad y falta de logro.
Aparece cuando
las exigencias laborales superan los recursos personales, tanto físicos
como psicológicos, durante un periodo prolongado. Algunos factores clave que lo
desencadenan son:
- Sobrecarga de trabajo constante.
- Falta de control sobre las tareas o el uso
de tecnología impuesta sin capacitación.
- Presión por estar siempre disponible
(hiperconectividad).
- Ambientes laborales deshumanizados,
con poca valoración o apoyo social.
- Falta de reconocimiento o sentido del trabajo.
En el contexto actual, con la transformación
digital y el auge de la inteligencia artificial, surge una variante conocida
como tecno-burnout, una forma de
agotamiento relacionada directamente con el uso intensivo de las tecnologías. Salanova y Llorens (2009) destacan que
esta modalidad de burnout se origina por:
- La constante adaptación a herramientas
digitales nuevas.
- La fatiga mental derivada del exceso de pantallas
y dispositivos.
- La presión por mantenerse actualizado y ser
“digitalmente competente”.
- El miedo a ser reemplazado por sistemas
automatizados.
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