Un sonido me despertó, miré a todos lados y no lo encontré, solo miré el reloj que marcaba las tres de la madrugada. Cuando de nuevo comenzaba a dormirme volví a escucharlo.
No podía creer lo que veía, me froté los ojos tratando de eliminar el sueño, pero seguí sin poder entender. El televisor estaba encendido. Busqué el control remoto y traté de apagarlo desde la cama, pero seguía encendido. Las pilas se han gastado, pensé.
Me levanté, fui hasta él y lo apagué, pero no había dado media vuelta cuando de nuevo estaba encendido. Volví sobre mis pasos y apreté otra vez el botón para desconectarlo. Entonces fue cuando lo descubrí.
El televisor tenía ojos, su boca comenzaba a dibujarse y apareció en poco tiempo un rostro.
- Buenas noches- me dijo- te desperté.
Nada pude responder, pero la voz me era conocida, volvió de nuevo a repetir lo mismo, pero con otra voz.
- Ya me imagino lo que piensas- me dijo cambiando nuevamente la voz- no te preocupes, puedo imitar todos los personajes.
- ¿ Todos ?, le pregunté y creo que yo también cambie mi tono.
- Bueno de casi todos los que pasan por mis circuitos. Qué te parece esta voz,..., me parezco a Bart, el de los Simpsons. Parece que no te gustó- me dijo.
- ¡Ah !- exclamó y bajó rápidamente la voz- ésta seguro que te agrada.
- Es la de Alf- le dije- el extraterrestre que cambió la vida de la familia donde vive.
- Al fin conoces alguna voz- me dijo.
Le miré directamente a sus ojos y vi que estos me recorrían de arriba a abajo.
- ¿ Qué miras ?-le pregunté.
- Estás muy gordo, creo debes tomar Redicrás- me respondió.
- Lo crees- y de inmediato me pregunté de dónde conocía el nombre. Pareció adivinar mi pensamiento y me respondió:
- Tantas veces que ponen esa publicidad que ya me la se de memoria- me dijo, para añadir de inmediato-. Sabes a veces la cantidad de canales que pasan por mis circuitos es tan grande que ya no recuerdo donde lo vi.
- Sí los conoces todos y ves todos los programas cuáles son los que más te gustan- le pregunté.
- A decir verdad-me respondió- pocos, casi todos me aburren, pero me encantan aquellos donde salen esas muchachas ligeras de ropa o aquellas muy bonitas. Me gusta Celeste, Alejandra o las dos hermanas de Mujeres de Arenas que están mejores.
- No las conozco- le dije.
- Solo tu ves el fútbol y esas películas de granito- me respondió.
- ¿ De granito ?- le pregunté sorprendido.
- Así te dice ella cuando empiezas a roncar y me quedo encendido.
- ¿ Qué dice ?- le pregunté molesto.
- Mejor me callo pues son confesiones de alcoba- me dijo.
- Realmente no entiendo como es qué hablas- le pregunté.
- Difícil para ti entender éste problema, siempre mi madre me lo decía.
- ¡Tu madre !- exclamé más sorprendido que nunca.
- Claro, acaso no puedo tener madre igual que ustedes los humanos.
- No me vayas a decir que también tienes padre- le pregunté.
- Claro, quien tiene madre tiene padre- me respondió alzando su voz, o tu conoces a alguien que no lo tiene, por que esos otros son cuentos de televisión. Ustedes los humanos son gente muy rara, ven cada cosas que a veces me dan ganas de apagarme, pero bueno mis circuitos no me dejan hacerlo.
- ¿ Qué es lo que no te gusta ?- le pregunté nuevamente.
- Para empezar, los noticieros pesados donde solo uno habla, o los espectáculos como el de Cristina, ah, pero ya me encantan las imágenes de muertos, mientras más mejor.
- ¿ Cómo puedes decir eso?- le pregunté.
- Pensé que a ti te gustaban, te sientas a contemplar cada uno de ello y nada te levanta.
- Es para informarme- le respondí.
De nuevo se quedó callado, sus ojos recorrieron toda la habitación y se detuvieron en mi compañera a la que cubrí de inmediato con una sábana.
- No te preocupes, la veo así todas las noches- me dijo.
- ¿ Todas las noches ?- le pregunté indignado.
- También por el día- me respondió con insolencia.
- Creo que ya no puedo soportar más- le dije malhumurado, lo desconecté de la toma eléctrica, lo alcé y lo llevé a la sala.
En la mañana cuando me desperté encontré el televisor de nuevo frente a la cama, en el mismo lugar donde estaba la noche anterior. Estaba a punto de preguntarle a mi esposa quién lo había colocado allí pero temí que pensara que me estaba volviendo loco.
Por eso cada noche, antes de acostarme decido taparlo con un pesado cobertor de cama y he tomado la precaución de desconectarlo de la toma eléctrica, por sí acaso.
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