En los últimos días del año recibimos más felicitaciones que
en todo el año. Dos décadas atrás el teléfono de la casa no paraba de sonar y
cuando llamabas a un amigo o familiar generalmente estaba ocupado y debías
repetir la llamada más de una vez. Diciembre era el mes de las congestiones
telefónicas.
Después llegaron los sms y empezaron a disminuir las llamadas y
tenías que tomar los lentes y leer el mensaje y casi siempre lo respondias.
Escribías lo que más te gustaba, enviabas un mensaje personalizado, no lo
copiabas de otro amigo, mucho menos de un desconocido.
Ahora las llamadas telefónicas son escasas, los sms raros y
todo lo resolvemos con las redes. En casi una semana mi celular recibió un par
de llamadas, una de ellas de una persona equivocada. Con las redes desde
Facebook, Twitter hasta Whatsapp te llenas de sorpresas y de confusión.
La
sorpresa llega de las personas que ni conoces, ni viste en algún lugar, que no
sabes quién es y de pronto recibes de ella un efusivo saludo, una foto con un
par de copas llenas de un líquido, un Papá Noel que te deja pensando por qué no
le cambian la cara, un ramo de flores que en tu país no se reproducen por el
clima y hasta un beso dibujado con el creyón más rojo que pueda existir.
Si la sorpresa te genera justamente sorpresa, la confusión
acaba por confundirte más. Te confundes cuando el mismo texto, la misma flor,
el mismo Papá Noel (es qué todos son iguales) o el beso rojo apasionado lo
recibes desde un remitente con un número desconocido y de otra que decora su
número con los más variados emoticones. Pero cuando empiezas a revisar tu lista
de grupos en Whatsapp te confundes más, el mismo Papá Noel, la misma flor, el
mismo beso, circula de un grupo a otro como una pelota que rebota
infinitamente.
Pero además esos mensajes se complementan con las oraciones
interminables, los textos filosóficos, religiosos, económicos y exotéricos que
tienen el propósito de emplear tu dedo índice para limpiar la pantalla del celular.
Entonces
empiezas evitando leer tu Whatsapp y llegas a Facebook, pero sorpresa, el mismo
Papá Noel, la misma flor, el beso excitante y la chica desconocida que brinda
contigo te acompañan en los mensajes de tus amigos.
En medio de la confusión te preguntas, qué sucedió con las cámaras de los
celulares. Por qué no toman una foto de la Luna, de una planta que si existe,
de un niño de verdad, o hasta de una piedra en el camino y la envían a través
de las redes con un mensaje propio.
Así comprobamos que su capacidad de
asombrarnos es más fuerte que la de copiar.
Haga la prueba, tome esa foto, escriba un texto aunque sean
dos palabras y envíela con un pie de foto que diga: es mío.
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