En mis años como docente universitario, una de las críticas
que con mayor frecuencia escucho, es la relacionada a la investigación. Los que
no trabajan en las universidades son bastante ásperos en sus comentarios al señalar que no se hace investigación, que dilapidan el dinero público entre otros
epítetos que muestran gran desconocimiento de la realidad.
Debemos buscar la punta del ovillo y seguir su pista más allá de la asignatura |
Esta problemática, que es el lado débil de muchas
instituciones de educación superior, no tiene una solución teórica, pasa por
muchos factores. No basta con decir que investiguen o reclamar que no se hace,
para que de la noche a la mañana todos nos pongamos a descubrir lo existente.
Para investigar hay que leer, saber leer y comprender lo que
se lee. No es lo mismo, aunque parezca igual, adolecemos de una buena
comprensión lectora. No solo se lee en un libro, se lee y cada vez más en la
pantalla de la computadora. La comprensión en esta pantalla está muy lejos de
lo que se necesita para investigar.
Por lo general se acopia el documento que leemos y en no
pocas ocasiones se imprime, para una mejor lectura. No enseñamos a nuestros
estudiantes a buscar en los documentos en línea, a refinar la búsqueda en
Google, o a subrayar en la pantalla empleando herramientas como Wired_Marker.
Delicious o Diigo, son apenas conocidos entre nuestros estudiantes y profesores
y EverNote es un total desconocido cuando de notas y referencias se trata.
Para investigar hay que escribir, no importa sí en un blog, en un periódico, en una revista e incluso en Twitter. La escritura es algo que aun nos cuesta trabajo sistematizar. Nuestros estudiantes crean un blog solamente para cumplir con el
profesor, pero después muy pocos lo mantienen. Otro tanto pasa entre los
profesores. La cantidad de revistas digitales existentes en nuestras
universidades es escasa comparada con la cantidad de profesores. No es un
secreto que nos cuesta trabajo escribir.
Para investigar se requiere de tiempo y sistematicidad y
ambos son de esos elementos que siempre se pierden o escasean. No porque se
dilapida, es que impartir clases, trabajar con más de cien estudiantes en
varias materias y en horarios contrarios, impide al mejor organizador del
tiempo, disponer de un minuto para investigar.
En nuestra Universidad varios profesores tienen tiempo
limitado para investigar, algunos con 16 ó 20 horas al mes. Qué investigación
se puede organizar en ese tiempo, qué resultados se pueden obtener. Además, a
esas horas debemos restarle el tiempo que toma preparar los burocráticos informes mensuales, que hay que fotocopiar, encuadernar y entregar en
tiempo a veces alcanzables solo por corredores de 100 metros planos.
Aun con todo lo anterior debemos agregar que en las
universidades estatales bolivianas, los profesores estamos limitados de trabajar
en el posgrado, o asesorar tesis de maestría y doctorado. Lo impide la Ley
ganancial, que estipula que no se puede recibir dos salarios de la misma
institución. Todos los intentos para cambiar este concepto, quedaron solo en el
principio. Esto es un freno más a la investigación, a la superación y en el
fondo al desarrollo de la misma universidad.
Los profesores perdemos el interés en ascender de categoría,
pues al llegar al techo salarial establecido, aun con todas las condiciones
para el cambio de categoría docente, no se puede ganar un peso más. No vale la
pena invertir en estudios posgraduales, sí después no se puede revertir esa
inversión con el ascenso en el escalafón docente.
Con todos estos argumentos, estamos muy lejos de pasar la
frontera existente entre lo que se aprende en la asignatura de metodología de
la investigación y su aplicación en resultados científicos demostrables. No con
disponer en las universidades estatales de los mejores laboratorios, de
inversiones millonarias y de un personal calificado, es significado de
investigación.
No es decir que no investigamos, que no queremos investigar, es encontrar la punta del
ovillo y tratar de seguir su pista, más allá de la asignatura.
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