Un amigo me envió por correo una interesante respuesta a dos entradas recientes. Al parecer ambas no tienen mucho en común, pero mi amigo
demuestra que sí lo tienen. La primera de ellas es lo que recordé en apenas 60 segundos, cuando retrocedí años atrás y mediante la letra de una canción rememoré mis
primeros deslices amorosos, con Susana, la que pudo ser mi primera novia.
La segunda entrada es la relacionada con el trabajo sobre
nativos e inmigrantes digitales. Para no cansarlos más, les dejo el correo de
mi amigo.
“O quizás simplemente te regale una rosa…”
Ese era Leonardo Fabio. Claro que lo recuerdo también. Del mismo modo que recuerdo la primera vez que me le declaré a una muchacha y eso me costó una buena pelea a puñetazos con uno de sus hermanos. Hoy no me arrepiento pues la muchachita de entonces se convirtió en una mujer amante de los cargos y el rumbo de mi vida habría sido siempre de subalterno. No soy machista ciento por ciento; pero tampoco marioneta.
Esta introducción no tiene otro objetivo que recordar y viajar en la memoria y detenerme a pensar en los neologismos y los giros que muchos científicos se empeñan en inventar con cosas que ya están inventadas: nativos, aborígenes o como se les llame o quiera llamar a las generaciones actuales no diferencia en nada la distancia intelectual.
Cierto es que los jóvenes de hoy, nuestros hijos y nietos están naciendo en una época donde todo va más rápido; hasta la destrucción del mundo. Pero el caso es que esos jóvenes son el fruto genético de nuestros experimentos; o sea, de los inmigrantes, aliens, extrapolados, o como se nos quiera nombrar. Esto es como todo: una cadena.
Estamos en la época de las repeticiones –dijo Julia Kristeva- y tiene toda la razón. En un idioma más de calle diríamos que “todo está inventado”. Nada es nuevo bajo el cielo ya todo estaba aquí en otras formas. No hay que ofenderse porque nos digan lo que nos digan unos intelectuales descubridores o redescubridores de términos en aras de pasar a la posteridad por una innovación. Para nada hay que molestarse en atender eso si nosotros fuimos los aborígenes hace 40 años y así seguirá sucediendo.
Lo que no logro entender es a las personas que no quieren reaccionar ante el ritmo de estos tiempos y pretenden seguir bailando un vals de Strauss en un Carnaval. Eso sí. Cada cosa en su lugar y cada lugar para su cosa; o al revés, en FIN, da lo mismo.
Esto va tan rápido, que ya ni siquiera se regalan rosas entre los enamorados. Todo es ENTER y si no marchan bien las cosas CTRL+ALT+DEL
Prof. Juan Ramírez Martínez.
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