En colaboración con Mercedes Leticia Sánchez Ambriz
Recuerdas la serie "Gambito de damas", ahora la relacionamos con la IA, escucha el pódcast
Aprendí a jugar ajedrez cuando tenía doce años,
le enseñé a mi padre y ambos fuimos contendientes por más de una década. Leía
libros de este juego maravilloso y participé en alguna competencia con
resultados aceptables. Días atrás, haciendo zapping en un servicio de streaming,
vi el título de la popular serie de televisión: Gambito de dama. La
protagonista en la época en que estuvo internada en un orfanato, miraba al techo
y las piezas se movían con absoluta precisión. Recordando esa escena pensé que, en el
tablero educativo contemporáneo, los docentes estamos frente a una nueva
apertura: incorporar la inteligencia artificial en nuestra práctica
pedagógica.
El gambito de dama es una apertura fundamental
para el estudio y la práctica del ajedrez, ya que su teoría abarca un espectro
muy amplio de posiciones, desde las extremadamente estratégicas y sutiles hasta
las altamente tácticas y combativas. En palabras, menos técnicas es ofrecer un
peón a cambio de una ventaja estratégica. Trasladado al campo de la enseñanza,
el profesor que decide dialogar con ChatGPT u otros LLM asume un riesgo
calculado. Cede parte del control, es decir, su antigua forma de enseñar o
de evaluar, para ganar comprensión, creatividad y nuevas formas de interacción
con el conocimiento.
Sin embargo, no todos están dispuestos a realizar ese movimiento inicial. La
tecnofobia, entendida como el miedo o la aversión hacia las nuevas tecnologías,
sigue presente en muchos espacios educativos. Según El Zailah-Bernal y González
Durán (2024), este temor no se origina en la tecnología misma, sino en la
incertidumbre sobre sus alcances y límites. En el caso docente, la inquietud no
radica en el uso del algoritmo, sino en la percepción de que la máquina puede
pensar “más rápido” que el ser humano. En el blog hemos comentado sobre la idea
de girar 180 grados, pasar del miedo y la sospecha al empleo de la IA.
Frente a este escenario, la relación con la inteligencia artificial se
convierte en un juego de estrategia. El reto no es dominar a ChatGPT, sino
aprender a jugar con él, como se hace con un oponente que, al mismo tiempo,
enseña. La IA no sustituye al docente, pero sí le exige un pensamiento más
táctico, reflexivo y consciente de cada movimiento pedagógico.
El gambito de dama no es una apertura agresiva; es una invitación al diálogo. Quien la juega busca provocar una respuesta, abrir el centro del tablero y analizar las intenciones del rival. De modo similar, interactuar con ChatGPT supone ofrecer información, contexto, objetivos y preguntas para recibir una respuesta que amplía la comprensión del tema. Cada “jugada” en el diálogo con la IA es una pregunta, y la calidad del aprendizaje depende de la precisión con que se formule.
El estudiante que
pregunta sin pensar entrega piezas al azar; el que pregunta con intención
construye sentido. Por eso, la clave del trabajo con ChatGPT no está en la
cantidad de respuestas que genera, sino en la calidad del pensamiento que
provoca en el estudiante. La pregunta es más importante que la propia
respuesta, aprender a preguntar es una competencia que estamos obligados a
desarrollar.
El control del centro del tablero en el ajedrez representa el dominio del
conocimiento. El jugador experimentado no busca mover muchas piezas, sino mover
bien. Así también, el docente innovador no busca usar todas las herramientas
digitales, sino emplearlas con propósito, alineadas a los niveles cognitivos
que propone la Taxonomía de Bloom: comprender, aplicar, analizar, evaluar y
crear. Desde esta perspectiva, la inteligencia artificial puede ser una aliada
en el tránsito de los estudiantes hacia los niveles superiores de pensamiento,
siempre que profesores y estudiantes asuman el papel de mediador crítico y no
de simple usuario.
No obstante, superar la tecnofobia requiere una transformación conceptual.
Follari (2022) advierte que la relación con la tecnología oscila entre dos
extremos: la tecnofilia acrítica y la tecnofobia paralizante. Entre ambos se
encuentra el espacio pedagógico donde se construye la comprensión: aceptar la
tecnología, pero también interpretarla, cuestionarla y dirigirla hacia fines
humanistas. Así, el docente que emplea ChatGPT con sentido didáctico actúa como
un estratega que entiende que la máquina no sustituye la inteligencia humana,
sino que la expande. Preguntar, analizar y reinterpretar las respuestas de la
IA son movimientos que fortalecen el pensamiento crítico, tal como lo haría un
jugador que analiza cada jugada antes de avanzar.
Una pequeña conclusión
El gambito de dama enseña que para ganar hay
que atreverse a ceder. Con la inteligencia artificial ocurre lo mismo: debemos
ceder el miedo, el control total y la idea de que enseñar consiste únicamente
en transmitir. A cambio, ganamos comprensión, flexibilidad y una nueva mirada
sobre la construcción del conocimiento en la era digital.
Cada conversación con ChatGPT es una partida distinta. Algunas terminan en
tablas; otras, en descubrimientos. Pero el valor no está en el resultado, sino
en el proceso: cómo pensamos, cómo preguntamos y cómo interpretamos las
respuestas. La verdadera maestría no consiste en vencer a la IA, sino en
aprender con ella, transformando el diálogo en una herramienta para cultivar la
reflexión y la creatividad.
En definitiva, el tablero educativo de nuestro siglo no está hecho de casillas
negras y blancas, sino de ideas, datos y emociones. Quien logre combinar
estrategia y humanidad, razón y empatía, hallará en ChatGPT no un rival, sino
un compañero de aprendizaje en el juego más antiguo de todos: el de pensar.
Referencias
El Zailah-Bernal, D., & González Durán, E.
(2024). Miradas plurales de la tecnofobia. Revista Politécnica, 20(39),
148-156. En https://www.redalyc.org/journal/6078/607877254011/
Follari, R. (2022). Por fuera de la tecnofilia y la tecnofobia. Universidad
Nacional de Cuyo. En https://doi.org/10.29166/csociales.v1i44.4087
Bravo Reyes, C. (2025). IA sin miedo: guía práctica para docentes del siglo
XXI. (en preparación).
Mercedes Leticia Sánchez
Ambriz
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