domingo, 5 de octubre de 2025

La eficiencia terminal en la carrera de Ciencias de la Educación.

 

En colaboración con Mercedes Leticia Sánchez Ambriz

Escucha la narración en el enlace

Una de las grandes problemáticas que no están resueltas en la educación superior es el bajo nivel de egresados versus matriculados. En dos trabajos en este blog comenté de este tema a finales del 2013, cuando revelamos los resultados de una investigación realizada por dos estudiantes, en la que se determinó por vez primera los verdaderos valores de la eficiencia universitaria.

La manera de medir la eficiencia varía entre sistemas educacionales. Por ejemplo, en México la Secretaría Pública de Educación considera la eficiencia terminal como el cociente entre el número de titulados y el número de alumnos inscritos en el último ciclo de cada generación, multiplicado por 100. Mientras que la Subsecretaría de Educación Superior usa la misma fórmula, pero se refiere a eficiencia terminal de egreso cuando únicamente se contabilizan los egresados y a eficiencia terminal de titulación cuando se calcula el porcentaje de titulados sobre los egresadosla según se cita en este artículo.

Para efectos de este trabajo consideramos la eficiencia terminal como el porcentaje de estudiantes que inician su carrera en un período y la concluyen en los nueve semestres de duración de la Carrera. En el estudio realizado en el 2013 que se puede consultar desde aquí, se demostró que dicha eficiencia rondaba entre el 8,6 y el 9 % Se puede interpretar que de 100 estudiantes que ingresan al primer semestre de la carrera de Educación solo 9 concluyen sus estudios en los nueve semestres estipulados. Esto no significa que todos se gradúan pues aún deben defender su trabajo final de grado, excepto aquellos que concluyen con un alto índice académico y que se gradúan de modo directo.

La eficiencia universitaria es un tema discutido en nuestra región. En un informe del Banco Mundial publicado en el 2017 advierte que el desempeño del sistema universitario en la región es decepcionante. Lo avala señalando que la mitad de la población de 25-29 años que comenzaron la educación superior en algún momento no finalizaron sus estudios en el tiempo esperado, sea porque aún están estudiando o porque desertaron.

Esto de por sí es un dato alarmante, debido a que la tasa bruta de matrícula en educación superior de América Latina y el Caribe creció del 17 % en 1991 al 21 % en el año 2000 y al 40 % en el año 2010. El crecimiento de la matrícula en América Latina y el Caribe, según afirma el informe, ha estado acompañado por una gran expansión por el lado de la oferta. Desde principios de los años 2000, se han abierto aproximadamente 2.300 IES nuevas y se han creado 30.000 programas nuevos. Por lo tanto, aproximadamente un cuarto de las IES actuales y la mitad de los programas actuales fueron creados desde principios de los años 2000. Este panorama es muy similar en Bolivia y en particular en el departamento de Santa Cruz, donde se concentran sedes de universidades privadas creadas en otros departamentos.

Resultados obtenidos.

Repitiendo el análisis del que hicimos referencia y con la colaboración de la estudiante Ana Paula Vélez Ojopi, de la mención en Tecnología educativa, se repitieron algunos de los pasos que antes se ejecutaron. La metodología empleada consistió en seleccionar a los estudiantes que iniciaron sus estudios universitarios en la carrera en tres momentos diferentes, lo que se muestra en la tabla.

Estudiantes que inician

Estudiantes matriculados nueve semestres después

1/2020

1/2024

2/2020

2/2024

1/2021

1/2025

 

Desglosemos la tabla con los datos recopilados

Semestre y año

Estudiantes que inician

Estudiantes matriculados nueve semestres después

Por ciento

1/2020

117

34

29 %

2/2020

18

26

144 %

1/2021

139

40

28 %

 

Los datos reflejan solo la cantidad de estudiantes que están matriculados en los semestres antes señalados, resultado que es engañoso por completo como explicamos a continuación. El verdadero índice de efectividad es el que proviene de la metodología empleada.

Se revisó caso por caso de los 100 estudiantes matriculados en el noveno semestre de los años seleccionados y se comparó con el año en que comenzaron sus estudios en la carrera. Los datos se muestran en la tabla.

Semestre y año

Estudiantes que inician

Estudiantes que completaron la carrera en los nueve semestres

Por ciento

1/2020

117

4

3.4 %

2/2020

18

0

 0 %

1/2021

139

16

11,5 %

 

En la tabla se aprecia que en el último semestre (1/2025) de cada diez estudiantes que ingresaron a la Carrera, solo uno concluyó en los nueve semestres. En los semestres anteriores la cifra es más baja. Se desconocen las razones, aunque es probable que el impacto de la pandemia por el COVID fuera la causa más importante. De igual modo para el 2/2020 el ingreso fue menor.  

En este análisis descubrimos el tiempo promedio en que los estudiantes alcanzan el noveno semestre. De nuevo se llevó a cabo el análisis uno por uno para detectar el año en que iniciaron sus estudios en Ciencias de la educación. El estudiante más longevo comenzó sus estudios en el 2005 y alcanzó el noveno semestre en el segundo semestre del 2024, es decir, 40 semestres después. El resto de los estudiantes se matricularon en el 2010, 2013, 2015, entre otros años.

En promedio, entre los 100 estudiantes analizados para llegar al noveno semestre, dedican un total de 12 semestres, es decir, seis años. Esto no significa que se titularon de la carrera, solo que egresaron de la misma. Para su titulación existen varias formas, entre las que destacan el buen rendimiento, que son aquellos estudiantes que no reprueban materias en toda la carrera y los que su valor de calificaciones supera la media del semestre. Los que no se benefician con esta medida, que es la mayoría, deben optar por defender su trabajo final de grado o matricular un diplomado que al ser aprobado les habilita para el título. Este punto amerita otra investigación para conocer el verdadero índice de efectividad.

Conclusiones y sugerencias.

Un informe de CIMA-Brielf señala como la desigualdad socio‑económica, como uno de los elementos que favorecen la baja eficiencia terminal. Los jóvenes de niveles socioeconómicos altos tienen más oportunidades de acceso y permanencia. El informe señala que en 2023 la brecha de acceso entre el quintil de ingresos más alto y el más bajo superaba los 40 puntos porcentuales en países como Uruguay, Panamá, Brasil y Paraguay. Marcado por la crisis social y económica en nuestra región y en particular en Bolivia.

La deserción y reprobación es otro factor como sugiere la revista RIDE en el 2024. Muchos estudiantes se retrasan o abandonan debido a bajos resultados académicos, falta de acompañamiento y necesidad de insertarse en el mercado laboral. La ampliación del acceso a la ES, no ha sido acompañada por acciones de retención; la mayoría de las universidades se focaliza en atraer matrícula, pero no cuenta con estrategias eficaces de acompañamiento y uso de tecnologías para seguir la trayectoria del estudiante

Un tercer factor tiene que ver con el financiamiento y políticas de costos. Varios  países con gratuidad (como Argentina y Uruguay) tienden a tener tasas de terminación históricamente más bajas, mientras que sistemas con aranceles y selección (Chile) muestran mayor eficiencia pero restringen la inclusión como se lee en este trabajo. El acceso a becas, créditos y ayudas socio‑económicas mejora la permanencia.

Otro punto es la oferta educativa heterogénea y el currículo rígido. En nuestra región la expansión de instituciones privadas y programas de baja calidad genera problemas de pertinencia y retención, lo que es también un problema marcado en nuestra ciudad. A esto se une la mala preparación en los niveles escolares, lo que frena su desarrollo en los dos primeros semestres en las universidades.

Los valores que encontramos son similares para otras carreras de la misma facultad y de toda la Universidad. Los datos se obtuvieron del sistema estadístico que maneja la Universidad, por lo que se pueden revisar otros diferentes.

La educación superior está ingresando en una etapa de obligados cambios, tanto en su forma de enseñar como en la de emplear sus recursos. La época de la masividad está quedando atrás, aunque se está reduciendo la brecha de oportunidades entre la ciudad y las zonas más alejadas.

Una tormenta cercana es la de la inteligencia artificial y su efecto directo en numerosas carreras universitarias. Algunas irán desapareciendo y otras nuevas se crearán. La brecha entre estudiantes y profesores que la emplean y los que no la utilizan crece a un ritmo desproporcional. Recientemente, la Revista Forbes publicó las declaraciones de varios CEO de empresas relacionadas con la IA. Entre estas me llamó la atención la posible carrera de Formador en alfabetización en IA. La IA llegará a todas partes y tendremos que saber utilizarla, en especial desde el lado educativo, de la administración pública y la empresa.

No debemos seguir aferrándonos a currículos rígidos y burocratizados, llenos de documentos repetitivos y alejados de la realidad y las necesidades de los jóvenes actuales. Estamos en un momento crucial para mejorar la universidad actual y transitamos por la mayor disrupción educativa de todos los momentos de la educación universitaria.

 

 

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