Hoy en medio de las felicitaciones por WhatsApp y Facebook
me di cuenta que los años que cumplimos son más de los que indica el almanaque.
Es difícil hacer el cálculo de esos años, pero lo voy a intentar. Para ello voy
a partir de una sencilla ecuación.
Cuando nacemos disponemos además de nuestros días, meses y
años, de los que les quitamos a las personas que nos cuidan. La madre, el padre,
en algunos casos los hermanos mayores, los tíos y algún que otro familiar que
no le quedó más remedio que cuidarnos cuando los más cercanos nos dejan de lado
para descansar. Por lo que en los primeros cinco o seis años nos llevamos más
de la mitad del tiempo de los que nos cuidaron, así que acumulamos, al menos
tres años más de vida.
Cuando empezamos a querer ser independientes, aunque tenemos
a los padres colgados de nosotros casi todo el tiempo, es cuando no queremos que
nos den ese tiempo. Pero igual lo tenemos que tomar. Entonces calculo que desde
los siete a los quince años, nos toca del tiempo ajeno unos tres años. Eso significa
que al llegar a los 15 años tenemos aproximadamente seis años más de vida.
Después de los 15 y hasta alcanzar la tan rara edad de la
mayoría de edad, que no en todos los países es igual, aunque todos somos
iguales, seguimos con alguna ayuda de los familiares más cercanos. En otras
naciones los hijos se separan de los padres con absoluta normalidad, pero los
latinos somos diferentes.
Somos diferentes porque después de la mayoría de edad seguimos
viviendo con nuestros padres o muy cerca de ellos. No es que no existan
viviendas, es que nos gusta seguir siendo atendidos y tomar algo de su tiempo. Así
que podemos decir que desde los 15 hasta los 30 nos tomaremos otros tres años
más de los demás. Por esto estamos acumulando un total de nueve años más de lo
que indica el calendario.
Después de los 30 hasta los 60, que alguien con una
imaginación bondadosa bautizó con la tercera edad, también nos tomamos un poco
del tiempo de los demás. Aquí forma parte de la ecuación los momentos de salud
delicada, la compañía de nuestra esposa, de nuestros hijos, familiares más
cercanos y los amigos. De modo que si agregamos en esos 30 años otros tres, ya
estamos con 12 años más.
Con la tercera edad (por cierto no existe la cuarta edad)
tomamos más tiempo de los demás, necesitamos más atención y a veces somos
egoístas y reclamamos más de los hijos y de nuestra esposa.
Ahora cuando trato de calcular este tiempo que nos tomamos en
esta rara tercera edad, me doy cuenta que mi ecuación matemática tiene un grave
error, no conté el tiempo que después devolvimos a los hijos, a la esposa y a
los nietos, a los sobrinos, a los amigos y a todos. Por ello esos años son
solamente prestados y mi ecuación vuelve a cero y a mi edad actual.
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