Desde hace meses circula entre los grupos de WhatsApp en los
que participo una carta escrita por el periodista uruguayo Leonardo Haberkorn,
donde declara su renuncia a ser profesor universitario. La razón de su decisión
es que se cansó de pelear contra la presencia de celulares y los permanentes
mensajes de las redes, por parte de sus estudiantes de periodismo.
En la carta que data de finales del 2015 señala que muchos
de esos estudiantes no pueden responder preguntas generales, sobre lo que pasa
en un lugar o en otro, o conocer a determinadas figuras públicas. Los que
llevamos varias décadas como profesores universitarios conocemos que ese mismo
tipo de pregunta tampoco se respondían como esperábamos veinte o treinta años
atrás. Por ello la pelea no es contra los celulares y las redes, tampoco contra
los estudiantes. Es contra la incapacidad de innovar cada día, es contra la
incapacidad de atrevernos a cambiar y contra la incapacidad de escuchar a
nuestros estudiantes y sus experiencias en las redes sociales, contra las que
debemos luchar cada día.
Prohibir el celular o el acceso a las redes es ir en contra
ruta, hay que aprovecharlos en la clase y fuera de ella. La mayoría de los
profesores universitarios transitamos desde la no existencia de estos medios
hasta su empleo incontrolado. Cuando estamos empleando un tipo de recurso o una
aplicación determinada, surge otra que desplaza la anterior y con ella un nuevo
ciclo de aprendizaje.
El pasado año con dos estudiantes de final de grado de
nuestra licenciatura en educación realizamos una encuesta entre alumnos de
algunas de las carreras de nuestra Universidad. El objetivo de esta fue detectar
la relación entre el uso de las redes sociales con el desarrollo de actividades
educativas y su influencia en el rendimiento académico. Los datos aún sin
procesar en su totalidad, reafirman lo que todos conocemos: la influencia está
muy lejos de ser totalmente positiva.
Por ejemplo 7 de cada diez estudiantes encuestados afirmó
que no controla el tiempo de permanencia en las redes y 8 de cada diez asegura
dedicar más tiempo del necesario. A su vez 6 de cada diez afirma conectarse a
las redes durante las clases. Otro de los datos demuestra que casi la totalidad
asevera distraerse en clases con el empleo de las redes y 7 de cada diez
considera que el uso de las redes crea un efecto negativo en su rendimiento.
Los resultados de la encuesta no son sorprendentes, el
empleo de estos dispositivos distrae la atención, ellos le ganan al profesor
que emplea la pizarra acrílica durante la mayor parte de su clase, le ganan
también al profesor que muestra una presentación en PowerPoint llena de texto,
sin animación, le ganan al profesor que emplea como libro de texto para su
asignatura un folleto con fotocopias de diferentes artículos, le ganan al
profesor que se apega a los medios tradicionales y no logra descubrir el
verdadero valor de los recursos que nuestros alumnos tienen en sus manos.
¿Los aceptamos o los rechazamos?
Particularmente no me voy a rendir, tampoco me voy a pelear
contra estos dispositivos y las redes, los seguiré empleando en las clases y
fuera de ellas. En el conocido informe Horizon de finales del 2017 se plantea
como tendencia de adopción en uno o dos años en la educación superior, al aprendizaje
mixto y el colaborativo a partir del mobile learning.
La comunicación móvil es una necesidad de las personas, que
si no se reconoce explícitamente en la conocida Pirámide de las necesidades de Maslow,
se puede incluir desde las necesidades de seguridad hasta las de
autorrealización. Ella atraviesa todos estos momentos especiales para el ser
humano.
En la encuesta que cité anteriormente, la casi totalidad de
los estudiantes afirmó que el celular es el dispositivo que emplea con más
frecuencia para conectarse a las redes sociales. Aseveran que los grupos de
WhatsApp creados en las asignaturas son de gran ayuda, pero reconocen que no en
todas las materias los profesores se muestran partidarios de su creación.
El celular y las redes entraron en nuestras aulas
universitarias sin pedir permiso, seguirán en ellas hasta que sean desplazadas
por otros medios diferentes y negar su existencia no es posible en una
educación superior que cada día se renueva, en una sociedad donde el internet
móvil es uno de los ángulos de la comunicación humana y por ende de las
necesidades básicas del ser humano.
Saludos, llegué a tu Blog por casualidad y como también me apasiona el tema TIC aplicado a la educación me suscribí a tu blog para no perderme los contenidos que publiques. En cuanto al contenido de tu post, creo que si fijamos reglas para el uso del celular en el aula el problema de la distracción del estudiante se minimiza, y con estudiantes adultos es mas fácil llegar a consensos en este sentido. El otro aspecto es que muchos profesores solo ven el lado negativo del asunto, pero hay un universo de posibilidades para la enseñanza y el aprendizaje mediante el uso del Smartphone en el aula. Debemos salir de nuestra zona de confort y ponernos a diseñar actividades que incentiven a los estudiantes a usar el teléfono como herramienta para el aprendizaje
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