miércoles, 13 de agosto de 2025

La impaciencia digital: cuando lo breve no siempre es mejor

Imagen que contiene firmar, dibujo

El contenido generado por IA puede ser incorrecto.

En colaboración con Mercedes Leticia Sánchez Ambriz

Si está muy apurado, te invito a escuchar el pódcast

Pero si estás más apurado, al final tienes un video que resume el texto. Tú decides

Vivimos en una época marcada por la velocidad. Las redes sociales, los videos de 15 segundos y los resúmenes de todo tipo han condicionado a una nueva generación de estudiantes que, aunque tecnológicamente hábiles, se enfrentan a un reto profundo: la impaciencia digital. Esta tendencia, que se manifiesta en la preferencia por contenidos cortos, respuestas inmediatas y resultados instantáneos, está reconfigurando las dinámicas de aprendizaje en el aula y fuera de ella.

Es frecuente escuchar frases como “profe, ¿puede resumirlo?, o ¿hay un video más corto?. No se trata de falta de interés, sino de una forma diferente de relacionarse con la información. Los estudiantes hoy se sienten más cómodos en entornos donde la recompensa cognitiva es rápida y la carga mental es mínima.

Sin embargo, esta comodidad tiene un precio: la superficialidad. La impaciencia digital empuja a evitar la complejidad, a no detenerse en los matices y a pasar por alto los procesos reflexivos que requieren tiempo. En otras palabras, promueve una cultura de respuestas rápidas, pero no necesariamente correctas o significativas.

No se trata de culpar a las tecnologías, sino de entender cómo las hemos integrado en nuestras vidas. La gratificación instantánea se ha convertido en una norma. Un clic basta para obtener lo que antes requería horas de lectura, consulta o debate. Esta transformación ha moldeado nuevas expectativas de consumo de conocimiento: que todo sea inmediato, accesible y digerido.

Además, el entorno digital ha reforzado la ilusión de que “entender” es equivalente a “haber visto” o “haber leído algo breve”, desplazando el valor de la comprensión profunda.

Detengámonos en algunos datos.

TikTok es la plataforma de los videos cortos, donde se permiten videos desde 3 segundos a 60 minutos. La duración promedio actual se encuentra entre 30 y 60 segundos, según se lee en el blog Captions. Las cuentas con mayor cantidad de seguidores suelen publicar videos algo más largos, en torno a 55 segundos, pero la propia plataforma recomienda videos entre 21 y 34 segundos.

En junio de este año, según se lee en un informe de Explonding Topics, los usuarios de esta red a nivel global pasaron entre 55 y 58 minutos al día viendo videos y lo hacen en cerca de 15 sesiones al día, con una duración entre 15 minutos y 41 segundos. En otro informe, de la plataforma Social Spehere se lee que en EUA los niños y adolescentes entre 11 a 17 años, dedican 2 horas diarias a ver videos en esta plataforma.

Según datos de We are Social, en YouTube la duración promedio de los videos es de unos 11.7 minutos. En noviembre del pasado año los usuarios que acceden a la plataforma desde la app del sistema Android lo hicieron 21 días en todo el mes. YouTube tiene cada mes unos 2,53 billones de usuarios, es decir 3 de cada 10 pobladores del planeta.

El reto para los docentes no es competir con TikTok o con los resúmenes en YouTube, sino cultivar el gusto por la pausa, la reflexión y la elaboración. En lugar de rechazar el formato breve, podemos usarlo como anzuelo para invitar a profundizar.

Algunas estrategias útiles:

- Utilizar el micro aprendizaje por medio de videos cortos, que generen preguntas más que ofrecer respuestas cerradas.
- Aprendizaje por proyectos, donde el estudiante deba investigar, contrastar y presentar resultados que requieren tiempo y elaboración.
- Evaluación del proceso, no del producto final, que premien el esfuerzo sostenido más allá de la inmediatez.
- Actividades metacognitivas, donde se reflexione sobre cómo se aprende y no solo qué se aprende.

La impaciencia digital no es una condena, pero sí un llamado de atención. Como educadores, formadores o ciudadanos preocupados por el desarrollo integral, tenemos la tarea de defender el valor de lo profundo frente al vértigo de lo efímero. El conocimiento no es solo información: es reflexión, conexión y transformación.

Educar en tiempos de inmediatez digital no significa volver al pasado, sino enseñar a navegar el presente con herramientas críticas. En lugar de resistir la ola tecnológica, aprendamos a surfearla con sentido, recordando que lo más valioso casi nunca es instantáneo.



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