domingo, 24 de agosto de 2025

La lámpara de Aladino y la inteligencia artificial en la educación

 La lámpara de Aladino y la inteligencia artificial en la educación

Creado en Gemini

📄 Resumir en ChatGPT

En colaboración con Mercedes Leticia Sánchez Ambriz

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En conversación con mi colega Mercedes Leticia, con la que vengo escribiendo desde meses atrás en este blog, surgió la idea de crear un símil entre la IA y la lámpara de Aladino. Esta historia ha capturado la imaginación de grandes y chicos. Un objeto aparentemente simple, que al ser frotado libera a un genio capaz de conceder deseos, se convierte en una metáfora poderosa para pensar el presente. Hoy, en pleno siglo XXI, los estudiantes y profesores tienen en sus manos una lámpara muy particular: la inteligencia artificial.

La lámpara es la IA; por sí sola, es inerte. No ilumina, no cambia nada, no transforma el mundo hasta que alguien decide frotarla. Así ocurre con la inteligencia artificial: las plataformas y herramientas están disponibles, pero su poder se despliega únicamente cuando un usuario se acerca a ellas y les formula una pregunta o una tarea. La IA no es mágica, aunque puede hacer magia, pero ella por sí sola no lo hace.

El genio es el motor, representa al sistema de inteligencia artificial: puede responder a una gran variedad de deseos, preguntas y necesidades. Como motor de la IA, requiere ser encendido. Sin embargo, igual que en los cuentos, no siempre lo hace de la manera que uno espera. Una petición poco clara puede derivar en resultados confusos o irrelevantes, mientras que una instrucción precisa logra que la respuesta sea más cercana a lo que buscamos.

El acto de frotar la lámpara equivale a interactuar con la IA mediante preguntas o prompts. La calidad de la respuesta depende directamente de la calidad de la pregunta. Un “frotado” descuidado —una pregunta vaga o superficial— produce resultados pobres. En cambio, un frotado consciente —una pregunta clara, contextualizada y bien formulada— abre la puerta a respuestas más útiles y profundas. Aquí se encuentra una lección crucial para la educación: enseñar a preguntar es tan valioso como enseñar a responder.

El dueño de la lámpara: estudiantes y profesores

El verdadero poder nunca ha estado en la lámpara ni en el genio, sino en quien los posee. En este caso, el poder está en los estudiantes y en los profesores.

  • El estudiante que sabe qué preguntar y cómo aprovechar la respuesta de la IA puede enriquecer su aprendizaje.
  • El profesor que combina su experiencia pedagógica con la asistencia de la IA puede diseñar clases más creativas, inclusivas y adaptadas a la diversidad de sus estudiantes.
  • Sin pensamiento crítico, el dueño puede terminar atrapado por los deseos mal formulados, delegando su propia capacidad de aprender o enseñar.

El riesgo de los deseos mal pedidos

En los relatos, un deseo mal expresado podía convertirse en una pesadilla. En la educación, sucede lo mismo:

  • Si un estudiante pide a la IA que le “haga la tarea”, tal vez obtenga un producto correcto, pero perderá la oportunidad de aprender.
  • Si un profesor recurre a la IA para llenar de diapositivas su clase, sin un propósito pedagógico, obtendrá una enseñanza vacía y sin impacto.

Una enseñanza para nuestro tiempo

La metáfora es clara: la inteligencia artificial no es el genio todopoderoso que sustituye al dueño de la lámpara. Es una herramienta que amplifica la inteligencia de quienes saben usarla con cuidado, ética y visión crítica.

En manos de estudiantes curiosos y profesores comprometidos, la IA puede convertirse en una aliada para abrir caminos de conocimiento y creatividad. Pero, como en los cuentos, el secreto no está en la lámpara ni en el genio, está en la sabiduría de quien sabe qué desear y cómo pedirlo.

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