viernes, 12 de diciembre de 2025

El principito y la inteligencia artificial: una lectura pedagógica para formar miradas críticas

 

En colaboración con Mercedes Leticia Sáncez Ambriz

No dejes de escuchar el pódcast, con ejemplos que ilustran el artículo.

Tres meses atrás, nuestro amigo Manuel Acosta, después de leer el trabajo donde relacionamos Don Quijote, Sancho y los molinos de viento con la IA, sugirió que hiciéramos un símil con El principito y la IA. Después de leer nuevamente la obra de Saint-Exupéry, hacer un resumen detallado con ChatGPT y un mapa mental con Notebook, empezamos a escribir este trabajo.

En este blog hemos mostrado en numerosos trabajos que la presencia de la inteligencia artificial en la educación superior ha abierto nuevos escenarios para el aprendizaje, la investigación y la creación de conocimientos. La posibilidad de dialogar con modelos capaces de generar textos, resolver problemas o proponer ideas plantea un desafío que va más allá de la técnica. El estudiante puede limitarse a recibir respuestas o puede convertir la IA en un espacio para pensar de manera más profunda.

En este contexto, la lectura de El principito adquiere una nueva vigencia. La obra muestra la tensión entre mirar con ojos de niño o repetir lo que otros dicen, una tensión que hoy reaparece en la relación entre docentes, estudiantes e inteligencia artificial. Explorar este vínculo permite comprender cómo la literatura puede servir como mediación para fortalecer el juicio crítico y la capacidad de formular preguntas significativas antes de interactuar con la tecnología.

Los planetas por los que viaja El principito y los riesgos del uso superficial de la IA-

Los personajes que encuentra El principito representan modos de pensar que también aparecen en la manera en que muchos usuarios se relacionan con las herramientas de IA. El rey que cree mandar a todo recuerda al estudiante que atribuye a la IA una autoridad absoluta. Espera que la tecnología decida por él y confía en que cada respuesta es correcta, sin analizar las estructuras de razonamiento que la sostienen.

La figura del vanidoso refleja la tentación de usar la IA para obtener textos pulidos que generen una buena impresión, aunque no exista comprensión real del contenido. El bebedor, atrapado en un ciclo que no logra explicar, simboliza la repetición mecánica del pedir respuestas solo por inercia. El hombre de negocios, obsesionado con acumular números sin comprender su sentido, se asemeja a quienes copian resultados generados por la IA sin evaluar su pertinencia. Cada uno de estos personajes muestra un riesgo pedagógico: el estudiante que delega su pensamiento en la herramienta pierde la oportunidad de construir significado propio, mientras que el docente queda sin bases para evaluar la comprensión profunda.

El zorro y la pedagogía del diálogo mediado con IA.

La conversación entre El principito y el zorro permite articular una visión más constructiva del aprendizaje con IA. Domesticar significa crear vínculo, conocer el ritmo del otro y establecer un proceso de atención compartida que transforma al que aprende. La pedagogía basada en la mediación parte de esta premisa: el conocimiento no se transfiere mecánicamente, se construye a través del diálogo y de la conciencia sobre lo que se pregunta. Cuando el estudiante formula preguntas que avanzan desde lo descriptivo hacia la interpretación, se aproxima al sentido que buscaba El principito al observar una flor, un atardecer o un gesto. Lo importante no es el resultado que arroja la IA, sino el proceso del diálogo mediado que sigue el estudiante para domesticar la IA. En este entorno, la IA no sustituye al docente, sino que se convierte en un artefacto cultural que reorganiza la actividad intelectual del estudiante.

El compromiso del profesor es guiar la calidad de las preguntas, acompañar la verificación de las respuestas y ayudar a distinguir entre comprensión genuina y apariencia de claridad. El Principito aprende que cuidar una rosa implica responsabilidad. El trabajo con IA comparte esta lógica ética: se debe cuidar la información que se utiliza, respetar la integridad académica y comprender que detrás de cada resultado existe un proceso que requiere interpretación. Es aquí donde cobra vida la frase más conocida de la obra: “lo esencial es invisible a los ojos”.

La IA trabaja sobre señales visibles: datos, patrones, texto, imagen. Pero lo esencial del aprendizaje humano pertenece al plano no visible: intención, ética, juicio, sentido. Por eso, la IA no sustituye el vínculo educativo: complementa, amplifica o media, pero no reemplaza lo que se construye entre personas. Desde esta perspectiva, la frase invita a una lectura crítica de la IA: no basta con ver lo que produce; hay que comprender la manera en que transforma procesos internos del estudiante.

De regreso al asteroide B 612

Leer El principito para pensar la inteligencia artificial permite recordar que el aprendizaje no es un acto mecánico, sino una práctica reflexiva orientada por la curiosidad y la capacidad de cuestionar. La obra enseña que ver más allá de lo evidente requiere una actitud que la tecnología por sí sola no puede proporcionar. En el aula universitaria, donde la IA forma parte del entorno cotidiano, este mensaje se vuelve indispensable. Los docentes necesitan promover un diálogo crítico que ayude a los estudiantes a usar la IA como una herramienta para comprender, interpretar y crear. La educación se fortalece cuando el estudiante aprende a mirar de nuevo, a repreguntar y a construir significado a partir de la experiencia. Esa mirada, que El  principito no pierde jamás, es también la que hoy se necesita para integrar la IA con profundidad y responsabilidad en los procesos formativos.

 

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