En colaboración con Mercedes Leticia Sánchez Ambriz
El pódcast es de los mejores que hasta hoy pudimos crear; lo puedes escuchar aquí
La inteligencia artificial entró sin pedir permiso a las aulas y
se sentó en primera fila. Turnitin, el detector de plagio que todos temían,
acaba de publicar un informe demoledor titulado: Encrucijada que radiografía el
caos silencioso que vive la educación superior en 2025.
Este parte del análisis
de una encuesta aplicada a 3,500 participantes, incluyendo administradores
educativos (500), académicos (500) y estudiantes (2,500) en agosto de 2024. El
informe al que se puede acceder desde este enlace muestra
un escenario donde estudiantes, docentes y administradores educativos coinciden
en que la inteligencia artificial ofrece oportunidades, pero también genera
inquietudes profundas, especialmente por la falta de preparación, orientación y
claridad institucional. Los datos del estudio evidencian tensiones que
atraviesan el proceso educativo: el desconocimiento, la sensación de agobio,
los puntos ciegos en la capacitación y la responsabilidad creciente asignada a
los docentes en la transición hacia una cultura académica mediada por IA.
Lo que viene a continuación no es ciencia ficción: es lo que está
pasando ahora mismo en aulas, pasillos y reuniones de consejo académico de todo
el mundo hispanohablante. Y las cifras del informe (páginas 7 a 12) no dejan
lugar a dudas: si no actuamos con urgencia y coordinación, la IA no
democratizará la educación… la fragmentará aún más.
Una comunidad
educativa abrumada frente a la magnitud de la IA
Las cifras muestran que
la disponibilidad y el alcance de la IA resultan abrumadores para estudiantes,
docentes y administradores. El 80 por ciento de los académicos, el 73 por
ciento de los estudiantes y el 72 por ciento de los administradores expresan esta
sensación de saturación cognitiva.
Este agobio repercute en
las posturas sobre el uso de la IA: los estudiantes reportan mayores niveles de
inquietud que los docentes, alcanzando un 64 por ciento frente al 50 por ciento
de los académicos y al 41 por ciento de los administradores.
Tomado del informe, página 8
Esta diferencia se
interpreta mejor al analizar el origen de la incertidumbre. Los docentes
manifiestan carecer de orientaciones para integrar la IA en sus prácticas y el
47 por ciento declara no saber cómo obtener beneficios claros en la toma de
decisiones académicas. Cuando quienes deben guiar enfrentan vacíos formativos,
los estudiantes perciben ese mismo vacío como una amenaza directa a su propio
aprendizaje.
A ello se suma que la
mitad de los estudiantes declara no saber cómo aprovechar la IA para sus
estudios. Esta proporción coincide con la de docentes y administradores que
quieren emplearla en sus tareas, pero no poseen el conocimiento necesario para
hacerlo. La investigación sugiere que estas brechas son estructurales, no
individuales, y que se producen porque los tres grupos están aprendiendo
simultáneamente sobre una tecnología que avanza más rápido que las
posibilidades institucionales de capacitar y orientar.
El peso de la
responsabilidad docente en la preparación para la IA
Las páginas 11 y 12 del
informe muestran con claridad la magnitud del reto que enfrentan los docentes.
El 90 por ciento de ellos cree que la IA mejorará las perspectivas
profesionales de los estudiantes, una percepción compartida también por el
89 por ciento de los administradores y el 70 por ciento de los estudiantes. La
formación en IA se convierte en un elemento determinante de la empleabilidad.
Sin embargo, al mismo tiempo, los docentes declaran sentirse presionados por la
complejidad de la IA y por la falta de recursos institucionales. El 37 por
ciento afirma que su institución no cuenta con las herramientas necesarias para
usar la IA de manera eficaz, situación que los impulsa a buscar apoyo externo.
Esta tendencia plantea un
problema metodológico de fondo: la incoherencia que puede generarse si cada
docente se forma por cuenta propia, sin marcos comunes, sin criterios éticos
compartidos y sin políticas que garanticen equidad en los procesos. Al mismo
tiempo, los estudiantes demandan orientación, apoyo y claridad para utilizar la
IA sin afectar la autenticidad de su proceso formativo. Surge un círculo de
dependencia mutua: los estudiantes necesitan guía, los docentes requieren
capacitación y las instituciones deben asumir un liderazgo que aún no
consolidan.
El informe tiene otros
aspectos que comentaremos en otro artículo, pero el análisis de las páginas de
la 7 a la 12 muestra un panorama común: la IA se expande más rápido que la
capacidad de las instituciones para orientar, formar y acompañar a sus
comunidades. Las cifras presentan una imagen donde el desconocimiento, el
agobio y los vacíos de capacitación condicionan la forma en que estudiantes y
docentes se aproximan a la IA. Sin un esfuerzo sistemático, coordinado y
sostenido para dotar de políticas claras, formación profesional sólida y
recursos accesibles, la brecha entre la expectativa y la realidad se ampliará.
La construcción de una cultura académica que integre la IA con sentido
pedagógico requiere reconocer esta etapa de transición, fortalecer la formación
docente y ofrecer a los estudiantes las condiciones necesarias para comprender,
usar y evaluar críticamente las herramientas que definirán su futuro
profesional.
Reflexión
El informe de Turnitin no es una advertencia: es la última
salida antes del precipicio.
Las instituciones deben asumir ahora un liderazgo real, con
políticas claras y públicas sobre el uso de IA, formación docente masiva y
obligatoria, inversión real en infraestructura y espacios de diálogo vinculante
entre estudiantes, profesores y administraciones. Si esto no sucede en menos de
tres años la dirección habrá pasado definitivamente a manos de otros actores:
las grandes plataformas de IA privadas, los profesores que puedan pagarse su
propia capacitación y las universidades extranjeras que sí se tomaron esto en
serio.
Cuando eso ocurra, ya no habrá volante que agarrar: la educación
superior hispanohablante habrá perdido el control sobre sus propios procesos
pedagógicos, sus estándares de evaluación y el valor real de los títulos que
expide.
El futuro no se negocia después. Se construye hoy o se hereda
mañana en condiciones de subordinación.
La elección es tan simple como brutal: liderar la transición o
convertirse en su víctima colateral.
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