martes, 2 de diciembre de 2025

La incertidumbre formativa ante la inteligencia artificial: lectura crítica de una encuesta elaborada por Turnitin

En colaboración con Mercedes Leticia Sánchez Ambriz

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La inteligencia artificial entró sin pedir permiso a las aulas y se sentó en primera fila. Turnitin, el detector de plagio que todos temían, acaba de publicar un informe demoledor titulado: Encrucijada que radiografía el caos silencioso que vive la educación superior en 2025.

Este parte del análisis de una encuesta aplicada a 3,500 participantes, incluyendo administradores educativos (500), académicos (500) y estudiantes (2,500) en agosto de 2024. El informe al que se puede acceder desde este enlace muestra un escenario donde estudiantes, docentes y administradores educativos coinciden en que la inteligencia artificial ofrece oportunidades, pero también genera inquietudes profundas, especialmente por la falta de preparación, orientación y claridad institucional. Los datos del estudio evidencian tensiones que atraviesan el proceso educativo: el desconocimiento, la sensación de agobio, los puntos ciegos en la capacitación y la responsabilidad creciente asignada a los docentes en la transición hacia una cultura académica mediada por IA.

Lo que viene a continuación no es ciencia ficción: es lo que está pasando ahora mismo en aulas, pasillos y reuniones de consejo académico de todo el mundo hispanohablante. Y las cifras del informe (páginas 7 a 12) no dejan lugar a dudas: si no actuamos con urgencia y coordinación, la IA no democratizará la educación… la fragmentará aún más.

Una comunidad educativa abrumada frente a la magnitud de la IA

Las cifras muestran que la disponibilidad y el alcance de la IA resultan abrumadores para estudiantes, docentes y administradores. El 80 por ciento de los académicos, el 73 por ciento de los estudiantes y el 72 por ciento de los administradores expresan esta sensación de saturación cognitiva.

Este agobio repercute en las posturas sobre el uso de la IA: los estudiantes reportan mayores niveles de inquietud que los docentes, alcanzando un 64 por ciento frente al 50 por ciento de los académicos y al 41 por ciento de los administradores.

Imagen que contiene Escala de tiempo

El contenido generado por IA puede ser incorrecto.

Tomado del informe, página 8

Esta diferencia se interpreta mejor al analizar el origen de la incertidumbre. Los docentes manifiestan carecer de orientaciones para integrar la IA en sus prácticas y el 47 por ciento declara no saber cómo obtener beneficios claros en la toma de decisiones académicas. Cuando quienes deben guiar enfrentan vacíos formativos, los estudiantes perciben ese mismo vacío como una amenaza directa a su propio aprendizaje.

A ello se suma que la mitad de los estudiantes declara no saber cómo aprovechar la IA para sus estudios. Esta proporción coincide con la de docentes y administradores que quieren emplearla en sus tareas, pero no poseen el conocimiento necesario para hacerlo. La investigación sugiere que estas brechas son estructurales, no individuales, y que se producen porque los tres grupos están aprendiendo simultáneamente sobre una tecnología que avanza más rápido que las posibilidades institucionales de capacitar y orientar.

El peso de la responsabilidad docente en la preparación para la IA

Las páginas 11 y 12 del informe muestran con claridad la magnitud del reto que enfrentan los docentes. El 90 por ciento de ellos cree que la IA mejorará las perspectivas profesionales de los estudiantes, una percepción compartida también por el 89 por ciento de los administradores y el 70 por ciento de los estudiantes. La formación en IA se convierte en un elemento determinante de la empleabilidad. Sin embargo, al mismo tiempo, los docentes declaran sentirse presionados por la complejidad de la IA y por la falta de recursos institucionales. El 37 por ciento afirma que su institución no cuenta con las herramientas necesarias para usar la IA de manera eficaz, situación que los impulsa a buscar apoyo externo.

Esta tendencia plantea un problema metodológico de fondo: la incoherencia que puede generarse si cada docente se forma por cuenta propia, sin marcos comunes, sin criterios éticos compartidos y sin políticas que garanticen equidad en los procesos. Al mismo tiempo, los estudiantes demandan orientación, apoyo y claridad para utilizar la IA sin afectar la autenticidad de su proceso formativo. Surge un círculo de dependencia mutua: los estudiantes necesitan guía, los docentes requieren capacitación y las instituciones deben asumir un liderazgo que aún no consolidan.

El informe tiene otros aspectos que comentaremos en otro artículo, pero el análisis de las páginas de la 7 a la 12 muestra un panorama común: la IA se expande más rápido que la capacidad de las instituciones para orientar, formar y acompañar a sus comunidades. Las cifras presentan una imagen donde el desconocimiento, el agobio y los vacíos de capacitación condicionan la forma en que estudiantes y docentes se aproximan a la IA. Sin un esfuerzo sistemático, coordinado y sostenido para dotar de políticas claras, formación profesional sólida y recursos accesibles, la brecha entre la expectativa y la realidad se ampliará. La construcción de una cultura académica que integre la IA con sentido pedagógico requiere reconocer esta etapa de transición, fortalecer la formación docente y ofrecer a los estudiantes las condiciones necesarias para comprender, usar y evaluar críticamente las herramientas que definirán su futuro profesional.

Reflexión

El informe de Turnitin no es una advertencia: es la última salida antes del precipicio.

Las instituciones deben asumir ahora un liderazgo real, con políticas claras y públicas sobre el uso de IA, formación docente masiva y obligatoria, inversión real en infraestructura y espacios de diálogo vinculante entre estudiantes, profesores y administraciones. Si esto no sucede en menos de tres años la dirección habrá pasado definitivamente a manos de otros actores: las grandes plataformas de IA privadas, los profesores que puedan pagarse su propia capacitación y las universidades extranjeras que sí se tomaron esto en serio.

Cuando eso ocurra, ya no habrá volante que agarrar: la educación superior hispanohablante habrá perdido el control sobre sus propios procesos pedagógicos, sus estándares de evaluación y el valor real de los títulos que expide.

El futuro no se negocia después. Se construye hoy o se hereda mañana en condiciones de subordinación.

La elección es tan simple como brutal: liderar la transición o convertirse en su víctima colateral.

 

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